"¿Qué se necesita para ser feliz?" La pregunta constante que Anne se hacía cada día al levantarse, cada día al atardecer, cada que las estrellas se asomaban para darle las buenas noches, en fin "¿qué se necesita para "yo" ser feliz?", una pregunta vaga y a la vez profunda y complicada.
Anne llevaba un par de semanas sumida en la depresión, problema médico que le fue diagnosticado tras pequeños ataques a su organismo, a su propia persona. El letargo y la costumbre de ir al trabajo sólo por compromiso, sólo por ir a cumplir una responsabilidad que ella había adquirido un año atrás, era ahora su nueva personalidad, su "calidad de vida". Darse cuenta que todo se volcaba, todo a su alrededor se venía abajo la asfixiaba cada vez más y sin darse cuenta se sumía cada vez más en ese pozo.
"¿Qué se necesita para poder ser feliz?" Varias opiniones la abordaban, entre amigos y familiares le decían que es lo que necesitaba, que es, a su opinión, lo que le faltaba para que ella estuviese bien, para no sentirse destrozada, fracasada. Pero ninguna de esas opiniones lograban satisfacer y responder a aquella cuestión. ¿Quién podría entender que el fondo del problema es ella misma? Se preguntaba, ¿cómo explicarles que el problema no es la soledad, no es la falta de actividades escolares y de actividades de creatividad o deportivas? ¿cómo hacerles ver que esos problemas eran una segunda vista, eran consecuencia del problema raíz? ¿cómo decirles que el problema es el "ser ella", el no saber aceptarse, amarse? Imposible de explicar, más aún, imposible de ser entendida.
Anne llevaba cada día en su espalda un gramo más de insatisfacción, un día más de odio y desprecio a sí misma. Cierto día tocó fondo. No soportó verse, no soportó sentirse sola, sentirse un fracaso, se dijo a si misma que era fea, que nadie nunca la iba a querer, que era un fracaso, que jamás lograría nada en la vida, que la vida para ella no valía y que al final todo se vendría abajo. Golpeó con fuerza la pared, el rojo y la hinchazón pronto envolvieron sus nudillos, pero el dolor del alma era aún más grande que el dolor físico, sin darse cuenta se asentó un puñetazo en la mejilla, el dolor comenzó a surgir, se dio cuenta de que tenía dos manos, se dio un golpe y otro, y otro y no paró de golpearse hasta que el llanto y el dolor la derrumbaron sobre la cama. Lloró y no paró de hacerlo hasta quedarse dormida.
"¿Qué se necesita para ser feliz?" No podía encontrar la respuesta, cada que la buscaba se sentía aún más triste, más destrozada. Se sentía presiona por encontrar la respuesta, por darse cuenta de que era eso que le falta o necesitaba para estar satisfecha, para no sentirse fea, fracasada, vieja y sin ningún logro. Nada fácil, nada más complicado que la simplicidad en una pregunta.
Cierto día se sentó, se puso a pensar y surgió entonces la pregunta correcta: ¿por qué esta obstinación por buscar "algo" que haga posible la felicidad? Se dio cuenta de que hay un "algo", sino que la felicidad está allí, que la felicidad es ella misma. Se puso a pensar como serían las cosas si en lugar de preguntarse todas las mañanas "¿qué se necesita para ser feliz?" se pusiera simplemente a vivir, a no agobiarse. Imaginó: ¿cómo sería salir a algún lugar con ese chavo que me trae líada, hecha un nudo? imaginó la escena, él y ella, él volteando a ver a las demás, a las que no son como ella, a las que son "su tipo". Se dijo: lo quiero, me fascina, podría pasar noches enteras sin dormir sólo por estar platicando con él, podría amarlo, ¿pero de que me sirve si él a mi no me quiere? Se dio cuenta de que él sólo pretendía tenerla allí, sólo para él, pero, él sin ofrecer nada a cambio, se percató que de nada valdría ponerse a pensar en él como algo más porque al final la batalla estaba perdida, y comenzó a asumirlo, a aceptar que de él sólo vendría una linda amistad. Entonces llego a su primera conclusión: él me gusta, lo quiero pero no me sentiré mal porque él no me vea como a las demás, como a esas que le gustan, me dolará al principio pero será lo mejor, debo aceptar que yo nunca seré para él lo que él es para mi, que mi cuerpo tal vez sea el problema que él ve, pero debo entender que eso no implica que lo sea para mi, debo amarme, porque esto es lo que soy, no puedo ofrecer nada más, entenderé que él no me quiere, y sin embargo eso no significa que sea fea, tonta o poca cosa para alguien, debo asumir que simplemente hay personas que no son para mi.
Después imagino: ¿cómo es la vida de un "fracasado"? no hay respuesta para eso, se dijo, cada quién tiene que ver el fracaso según sus expectativas, entonces ¿por qué me empeño en verme como una fracasa? debo dejar el miedo atrás y comenzar a vivir lo que tengo, y si la vida no me esta dando lo que tal vez quiero que pasé entonces buscaré otra cosa, miles de cosas tengo en mente, tantos planes que aún no he intentado hacer ¿por qué no comenzar de una vez a vivir lo que años atrás deja de pensar por miedo al que dirán? Y más aún, comenzaré a afinar las cosas que me gustan y sigo haciendo, que amo. Así llego a su segunda conclusión: Debo dejar el miedo atrás y sin importar nada hoy tomaré las riendas de mi vida, me inscribiré a algo que he querido hacer sin importar como lo vean los demás, si lo aprueban o no, porque al final es sólo decisión mía, porque simplemente es mi vida. Viviré según mis expectativas, mis opiniones y no las de los demás. Entenderé, de ahora en adelante, que no hay un tiempo límite para vivir.
Anne sonrió, por primera vez en semanas sonrió, pensó que la vida no es sencilla, que tal vez aceptarse es la tarea más difícil de vivir y que por haber llegado a tres conclusiones no significaba que ya no había problemas, que todo estaba resulto, pero se sintió tranquila; en mucho la ansiedad la había reinado y ahora volvía a sentir eso que años atrás la había alimentado, que años atrás la había animado: seguridad de que todo saldría bien, una linda e inexplicable seguridad la invitó a vivir nuevamente.
Y se repitió en voz alta su tercera conclusión: sólo necesito comenzar nuevamente a vivir, lo demás viene con la vida.