martes, 27 de enero de 2015

Algo sobre mi corazón roto.

Hoy voy a escribir desde lo más profundo de mi alma. Hoy sólo seré la Extranjera hablando con el corazón en la mano, como dicen por allí. 
Esto puede ser considerado un cuento corto más, una historia con un personaje que nace de la fantasía de la chica que teclea sin parar frente a la computadora, que escribe aquí en este blogg desde el 2009, o tal vez puede ser considerado uno de los arranques de sinceridad más profundos que alguna vez pude haber hecho llegar a los ojos de los demás.

Sin más preámbulos les contaré una pequeña y grande historia.
Soy la Extranjera en el 8-C y me ha tocado una de las formas más crueles de amar.

Dicen que cuando eres adicto nunca se deja de serlo, sólo lo controlas,  no hay forma de que esto desaparezca y entonces seas como antes, sólo existe la rehabilitación y en ella te enseñan a controlar aquellos impulsos que te llevan a aquello a lo que eres adepto. Pues bien, si eres adicto a algo y has estado en una especie de rehabilitación, entonces, podrás comprender y entender perfectamente lo que digo y me dirás que es cierto. 

Soy Extranjera y soy adicta. No sé cómo llegué a este punto, ni donde saqué el valor suficiente para salir  adelante, y sé que en este trayecto he estado sola, en parte acompañada por mis mejores amigos, pero cuando uno es adicto, en realidad se esta solo. 

La dependencia sin sentido  a algo mata, destruye y te priva de tu propia elección. Yo lo aprendí hace más de 4 años cuando por primera vez intenté desprenderme totalmente de él. De sus manos, su piel, su compañía, esos besos que enseñaban, pero sobre todo de su edad.

Soy Extranjera y soy adicta a un hombre. Soy adicta a él, al de la piel entintada, al del lunar en la mejilla, al sujeto que vive la misma adicción hacia una persona, hacia mi, y entonces salir de esta para ambos es aún más difícil. 

Lo conocí cuando tenía 15 años y desde entonces no pude desprenderme de él, pero no fue sino hasta tres años después de conocerlo que comenzamos una relación "amorosa", si es que se puede llamar así, una relación intermitente y dañina, y no podré negar que lo amé, y lo podía decir en su momento, entender porque estaba a su lado era fácil, pero entonces todo comenzó a ser tormentoso y ya no pude explicar porque seguía a su lado, porque acudía a su llamado o porque él acudía al mío, porque si yo le llamaba él siempre estaba para mi o porque si el aparecía en el umbral de mi escuela no le ignoraba y aún sabiendo que me dañaría, que lo lastimaría, que nos odiaríamos y amarías a la vez no nos dejábamos. No fue hasta que comencé a sentirme marchita, vacía, horrible y sobre todo muerta, que entendí que tenía que alejarme de él. 

Hoy les escribo desde una recuperación lenta pero segura, hoy 27 de Enero de 2015 cumplo dos años sin verlo, tocarlo, besarlo, pero no puedo decir que estoy libre de toxina, o rehabilitada al 100% porque mi foco de adicción sigue allí, latiendo, buscándome, porque el de la piel entintada no tiene aún el valor de salir del hoyo que cavamos juntos desde hace más de 7 años, y entonces para mi ha sido más difícil, porque por más que intento no saber nada de él, termino por responder algún mensaje o lo más difícil es tener que evadir sus múltiples números de celular porque entonces nunca puedo saber a ciencia exacta cuando será él o no, así que no estoy limpia, no lo he visto pero he hablado con él, no estoy recuperada pero estoy luchando por lograrlo. 

Necesito seguir siendo fuerte, porque de situaciones así se aprende. Las relaciones tormentosas y que te rompen en verdad el corazón te enseñan muchas cosas. Hace dos años escribí una carta en donde por primera vez fui lo suficientemente fuerte para poder hablar con sinceridad acerca de aquella relación lacerante, pero sobre todo tuve el valor de aprender de ella. 

Y así como en aquel día en donde me dispuse a tener entereza, así hoy tengo que seguir firme y alejarme de todo aquello que pueda tornarse en mi contra y hacerme daño, hacerme sufrir nuevamente. Porque aprendí que no daré todo a quién me entrega a medias, o a cuartos, aprendí que debo valorarme y tener dignidad. Que valgo lo suficiente para estar con alguien que así lo crea, y que si lo cree sepa luchar por mi. Aprendí que no puedo reparar almas rotas, no ahora y cuando pueda sólo serán mis pacientes. 
Pero sobre todo aprendí que aún no creo en el amor para mi, que sigo rota, que me destruyó tanto esa relación, esta maldita adicción,  que mi corazón sigue estando hecho una mierda y que por más que les hablo bien del amor a mis amigos, que por más que los aliento a seguir adelante, que los fracasos sólo son fracasos y que hay que tener valor para seguir creyendo en los sentimientos, en el amor, que les digo que nunca se rinda, para mi no es así, yo estoy decepcionada, rota y renuente al amor porque mi corazón ha sufrido más de lo creí poder superar. 

martes, 6 de enero de 2015

Bitácora del olvido (V)

Comienzo nuevamente la cuenta.
Día 47

Comencé  la redacción de esta bitácora de su olvido dos años atrás, si fuera constante y fuerte en mis decisiones acerca de él, seguro ya no sabría que día o mes sería desde que lo dejé rezagado de mi corazón, pero hoy tocó a mi puerta nuevamente. 

Supe que se casaría hace más de tres meses y entendí que tenía que alejarme nuevamente de él. Dejé de recordar bajo las sábanas de mi cama sus manos, su aroma, comencé a vivir para mi y conocer gente nueva, toqué fondo hace 47 días cuando una vez soñé con que podríamos ser como aquella imagen. Nunca volveré a ser su ella. Llamó ese día clamando por mi amor, entregándome su amor, volví a sentirme niña, vulnerable, me habló de lo nuestro, y su voz sonaba a mentira, entonces supe que él nunca cambiaría. Hoy son 47 días desde que decidí olvidarlo, desprenderlo de mi piel, abandonar en un rincón sus besos.

Hoy es un buen día para alejarme por fin de él, porque aunque haya llegado a mis oídos la noticia de que no se casó, de que me  lleva para siempre en su piel entintada, ya no quiero tener su huella en mi, ya no quiero sus besos envenenados y sus caricias de cristal roto. 

No lo quiero más. 

El grafógrafo [Salvador Elizondo]

"Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo."

El grafógrafo.

Salvador Elizondo.