miércoles, 29 de abril de 2015

El placer de leer novelas inútiles.

Me pasó algo muy curioso hoy cuando venía al trabajo. 

Todo empezó el martes pasado cuando fui a una cita (fallida por cierto) y entré a Librerías Gandhi. 
Mientras esperaba a mi cita me decidió a bobear un instante entre los estantes de aquel lugar, y encontré un título desconocido, de una autora, para mi, desconocida, y una portada que me embelesó por completo, y con un precio que era de locos dejar en el estante de literatura universal. Así que desde hace una semana quedé atrapada por Anne Tyler. 

Como muchos sabrán, Gandhi te regala unos separadores creativos y chulísimos, y yo conseguí uno que marcaba como "el reto" la lectura, que contiene varias opciones para que leas el libro, entonces como tengo mucha tarea decidí optar por jugar a lo que planteaba el separador, y elegí la casilla "En el metro", evidentemente no puedo leerlo en el metro, soy tapatía y a duras penas hay dos líneas del tren ligero las cuales casi no utilizo, así que en mi versión contextualizada "en el metro" vendría siendo algo así como "en el camión". Allí me tienen, leyendo "El matrimonio amateur" cuando voy en el transporte público. 

Lo que me lleva a lo ocurrido el día de hoy. 
Era la hora pico del tráfico, el camión repleto de gente, en verdad, allí no cabía nadie más, pero mágicamente la gente seguía subiendo. y entonces me hice de un lugar en la parte trasera del bus en el asiento medio de la fila de 5. 
Y como estoy enganchada con el libro de poco más de 400 páginas, sin dudarlo lo saqué y me puse a leerlo. Podría ser una narración cualquiera de un día cualquiera, pero entonces una señora se sentó a mi lado izquierdo, mientras un joven se subía por la parte de atrás del autobús. 
Suelo echar una vista de quién se pone a mis costados o frente a mi, no sé si lo hago por seguridad o mera manía de alimentar mi curiosidad.

Seguí leyendo y entonces me comencé a sentir un poco incómoda, bajé el libro de mi rostro y noté como el sujeto que estaba en las escaleras traseras del camión me miraba absorta en mi lectura, y entonces me sentí aún más incómoda cuando volteé a mi izquierda y vi a la señora observándome. Ambas personas hicieron como que no los vi y los tres volvimos la vista hacía otro lugar, obviamente continué mi lectura. Entonces el camión dejó subir a otro sujeto, guapo por cierto, por las puertas traseras, y todo mundo continuó en su rollo. Llegando a Periférico, volvió la incomodidad a mi. Eche un vistazo y ahora ambos sujetos miraban como leía aquella novela, entonces a mi izquierda la señora que antes me veía leer rompió el silencio y me dijo "Que no te de pena, es que les gusta verte estudiar". 

Puedo entender perfectamente que a una persona le fascine ver a otra persona cuando esta se encuentra cautivada por la lectura, me ha pasado, me deleita ver a un hombre leyendo cuando se haya ensimismado en el libro, sin embargo, lo que me dejo patidifusa fue la palabra que utilizó mi compañera de viaje, "estudiar". 
Lo curioso resulta de esta palabra, de que las personas definan o entiendan que leer es algo así como un sinónimo o acción de estudiar, y recuerdo a Guillermo Fadanelli hablar en su libro "Elogio a la vagancia" acerca de este tema, nos decía que la gente por antonomasia define la lectura como estudiar, y encuentran, en muchos casos,  la lectura por placer un acto aberrante, una perdida de tiempo, algo simple y vano. 

Este señora me decía que a ellos les gustaba verme estudiar, y entonces no supe como decirle que en mis manos no tenía un libro de estudio o mi meta o fin no era ese, que yo sencillamente tenía en mi ojos clavados a una autora de novelas y tenía en mente leer por el mero gusto de leer, que con mi edición de Alfaguara no pretendía aprender para mis trabajos finales, cosa que sí, tal vez debería hacer, estudiar para mis trabajos académicos, pero ¿cómo le explicaba que no todo en la vida era sentarse y estudiar?  ¿que no toda lectura se hace por ambición de conocimiento o para un aprendizaje pragmático que me dará frutos económicos? 

En verdad no sé como explicarle a la gente que no leo para estudiar, y que sí, me atrapan más las lecturas placenteras que lecturas de estudio, no sé tampoco como decirle a mamá que aunque estoy en época finales de semestre no dejaré de leer novelas, porque me encuentro feliz leyendo por amor a leer. Y rescato a Fadanelli, que dice en su ensayo "Veracruz", cierto es que hay dos momentos en la vida que se hacen solos; morir y nacer, y cito "En verdad lo siento, pero entre esos dos actos dedicaré mis días a leer novelas inútiles: y que el mundo se venga abajo (donde ha vivido siempre)". En verdad lo siento. 

El grafógrafo [Salvador Elizondo]

"Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo."

El grafógrafo.

Salvador Elizondo.