Hoy vi el amanecer desde mi ventana y no estabas a mi lado. Me di la vuelta y detrás mío tampoco estabas, es una fortuna que así sea.
¡Gracias por no estar allí! Que bendición saber que no te tengo, que no te he tenido y saber que ya no quiero tenerte, en el aspecto de ese que te cuentan del amor.
Un amigo muy cercano me dijo un día de lluvia y sin luz en el trabajo, "hey, güey, te tengo que presentar a una mujer que te atrapará", recuerdo que mi primera reacción fue un risa ahogada, me preguntaba porqué razón la gente siempre que te ve soltero te quiero presentar a alguien, siempre están allí, a la expectativa de que tu vida en pareja florezca y sentirse los cupidos del siglo XXI.
Así que de ante mano le agradecí por aquel gesto, pero le dijo que no hacía falta, que no estaba buscando a nadie en ese entonces. Antes de que me pudiera reprochar mi negativa, la luz llegó y con ello mi partida a mi cubículo lleno de papeleo por terminar.
En el mundo del Godínez, siempre hay un día de "juntas de oficina" que se celebran en algún bar con cerveza nacional, siempre. Así que en aquel día de "junta" fuimos a un bar que estaba un par de cuadras de la oficina, pedí una pinta de mi cerveza favorita y esperé que aquello terminara.
Antes de pedir la cuenta, mi amigo me pidió quedarnos un poco más, echar una cheve más, un snack y ver que decía la noche. No quería llegar a casa, últimamente aquel espacio me parecía vació y sólo, entonces accedí a quedarme.
Las 7:45 post merídiem, llevaba a mi boca un tarro de oscura y entonces apareció ella. Antes de poder darle un sorbo a mi cerveza, ella tomó el hombro de mi amigo y saludó con un gesto en los labios, una sonrisa discreta, de quién no te conoce pero de haberlo hecho te habría abrazado, de esas que fingen timidez, pero encierran calor. Mi amigo pronto se paró y la cogió tan fuerte, que parecía que en aquel abrazo se fundirían sus cuerpos; lo tenía claro, tenían mucho de conocerse pero frecuentaban poco, tal vez horarios laborales dispares.
Ella se sentó a la mesa con nosotros y pidió una pinta de mi cerveza favorita, que ridículo, pero debo aceptar que desde allí ella empezó a captar mi atención. Descifré que ella era una mujer de esas que no te encuentras por allí tan fácilmente, no de las "cabronas que todo lo pueden", no; ella es de esas independientes que se saben cuidar, que luchan por lo quieren y que saben que aspirar a grandes cosas no es una utopía, sino una realidad con obstáculos, pero al fin y al cabo, una realidad alcanzable. Que no saben estar quietas, que le encuentran el lado bueno a las cosas, pero que también aceptan que existe el lado malo. De esas que si dejas entrar en tu vida, no son fáciles de sacar; de esas mujeres que no dejan entrar a alguien fácilmente, pero que cuando lo dejan entrar, no lo extirpan de si.
La velada en aquel bar de música independiente fue un remanso de paz en un mundo lleno de caos, pero la noche tenía que terminar. Antes de partir a mi casa recuerdo que mi amigo me dijo "te dije que te iba a atrapar".
Tomé un taxi, y me fui, me fui pensando en ella, en que habíamos quedado de ir la próxima semana a la muestra del tour de cine francés. Rumbo a mi casa, lo único que pensaba era en el deseo que sentía por volver a verla.
La semana transcurrió entre whatsapp's entre ella y yo, hasta que llegó el día de la muestra de cine francés. La vi en un bar, era una precopa, una cerveza y pegaríamos fuga al recinto. El saludo fue eufórico, como cuando mueres por ver a alguien que ha partido a Londres desde hacía ya varias semanas. Nos abrazamos. Y desde aquel abrazo ya no pude sacarla de mi.
Las semanas transcurrieron, los meses, y yo seguía encantado con ella, con nuestra salidas y pláticas, con todo eso que hacíamos juntos. Hasta que una tarde me di cuenta que no la quería lejos de mi, que su compañía me era sustancial y que mis labios pedían a gritos los suyos, que precisaba de ellos, de su cuerpo, que la quería de una forma diferente a la que se quiere a una amiga. Caí en la cuenta de que me había enamorado.
Comencé a mandarle señales de aquello que sentía, estaba tanteando el terreno porque no quería ser brusco y decirle así, como va, porque no quería perder a esa mujer genial, y sobre todo porque no quería que rompieran mi corazón nuevamente, que patético.
Pero mi cautela me salvo la vida, porque me percaté de que ella no me quería igual, que yo siempre sería su amigo, y que entonces no valdría la pena confesar mi sentir por ella, porque de hacerlo la perdería.
Lo he dicho ya: sacar de tu vida a una mujer así no es tarea fácil. De una mujer de esas nunca te liberas.
Es mejor dejarla así, con sus amores por la vida, por la libertad y la expresión, dejarla dentro donde siembre cosas buenas, es mejor todo eso que intentar extraerla y odiarla en el intento.
Porque me gusta tanto que prefiero quererla que odiarla, porque cuando se odia a alguien, olvidar es aún más difícil. Porque ella no merece ser odiaba por algo que sólo es culpa mía, porque yo fui el tonto suicida, que aún sabiendo que las mujeres como ella no se enamoran fácilmente, quise amarla.
Gracias por no ver el amanecer conmigo, porque eso significa que nunca te voy a perder.