Son estas malditas ganas de llorar las que ahora me arrojan a tus brazos, mi fiel compañera, escritura. Esta estúpida necedad mía de sentir que mis sentimientos no se ahogan en mi pecho.
Intento no llorar porque adoro el maquillaje que elaboré en cuestión de minutos, hacer un smokey eye color rojo en el párpado inferior no es tarea sencilla, me sentiría peor si arruinara el color por tu culpa, no, mejor dicho, por mi imbécil ingenuidad.
De pequeña me enseñaron a ser fuerte e independiente, sin saberlo, mi madre no educó una princesa más, aunque hoy lo lamenta, en parte, porque nadie le dijo que sería difícil tener en casa a una mujer que no cree en los cuentos de hadas ni en finales felices, que sabe que el príncipe azul no es más que su propia cuenta en el banco para poder lograr sus sueños, su independencia, su libertad.
Crecí entendiendo que la vida son dos días, y que por ende, hay que hacer lo que uno quiere, ame, lo que más desee, porque no tenemos garantizado el día de mañana, así que más vale salir a volar que quedarse sentado esperando al amor, el hombre ideal.
No culpo a nadie, sólo a mi, porque violé mis propias reglas del juego, porque quité esa armadura y quedé desnuda, expuesta, vulnerable. Soy yo la que tiene toda responsabilidad de este llanto ahogado que hoy acongoja mi alma. Soy yo la que hoy dice adiós.
No diré que no quise algo lindo con vos, en verdad lo intenté, y quién más me conoce sabrá que no miento, que lo intenté más que nunca, más que con ningún otro hombre. A mi pregunta ¿por qué me gustas tú?, no lo sé, simplemente llegaste y te instalaste, y antes de darme cuenta me miraste a los ojos y me dijiste lo que tal vez nunca debiste haberme dicho, lo que probablemente no estabas seguro de ofrecer, y entonces te creí.
No sé si me mentiste o simplemente fue el momento, la velada, los besos, pero allí estaba, y no te culpo, porque yo debí pronosticar la tormenta, porque nunca debí bajar la guardia. La única tonta y culpable de todo soy yo, ya que no en vano tenía definida mi propia estrategia de juego, de ese nada complicado "Hola y adiós" que tantos años me había sido fiel.
En fin, alguien sabio me dijo una noche: "Tú sabrás cuando es momento de dejarlo ir, de no seguir intentando llegar a su corazón, no hay tiempo definido para eso, simplemente un día lo sabrás."
Hoy lo supe.
Así que desde aquí te digo adiós, porque no tengo el valor de hacerlo de otra forma, esta es la manera en la que me he enseñado a afrontar mis temores, como el de hoy, el del saber que hoy me rindo, hoy te dejo y hoy me pierdes, sí, así, tú me pierdes, porque yo no podría perderte, y es que nunca te tuve, no cómo tú me tuviste a mi.
Te digo adiós y gracias, porque fue divertido, porque me recordaste el motivo y la importancia de mis propias reglas.
Volaré hacia otro rumbo, y no es porque no me importes, porque ya me importas, y no es porque no me gustes, porque me encantas, pero te digo adiós porque me amo y es momento de rescatar mi dignidad.