Lo cierto es que el pasado siempre tiene que quedar en el pasado, no remover las aguas turbias de un amor ya caducado, podrido y lleno de huecos. Pero también es verdad sabida que a los viejos amantes, a los melancólicos por convicción nos gusta regresar al lugar del desastre, al sitio en donde todo empezó y en donde todo termino.
A nosotros, los melancólicos nos gusta batir el pasado para tocar la llaga del desamor. Entonces, como insecto a la luz vamos cegados hacia una respuesta que tal vez no debió llegar. Allí estamos cara cara con lo estropeado meses atrás, intentado dar solución a interrogantes que si las miras desde un futuro mejor, son preguntas tontas que sólo dañarán el alma, pero ya nada importa, porque ya estamos en el fango de nuestra propia desdicha, y de allí sólo se sale con la verdad.
Y entonces ocurre lo que jamás debe ocurrir, nos dan una mentira piadosa para no hacernos sufrir, dicen ellos, los amores decadentes, que son mentiras para ayudarnos a salir del pozo que cavamos los melancólicos, pero la realidad es que no hay peor cosa que la mentira emitida por un viejo compañero de camino.
La verdad siempre será lo mejor, aunque duela, porque en lugar de seguir enterrando la estaca de la traición en lo más profundo del corazón, nos ayudará a sacarla, a encontrar la paz y empezar de nuevo, porque vale más una verdad dolorosa que ayude a cicatrizar, vale más esa verdad cruel que una mentira que nos estará regalando el peor obsequio, ese que no debería existir, una patraña que nos da la vaga y lastimosa ilusión de que tal vez, sólo tal vez algún día se podría regresar al pasado, ser como en el pasado, cuando lo cierto es que para atrás ni siquiera para tomar impulso.
Los melancólicos por convicción escribimos, lloramos, leemos y de cuando en cuando gritamos y rayamos la madre, porque también el dolor nos ayuda a entender que hay viejos amores que siempre tienen que quedar allí, porque son malos, funestos y si seguimos regresando a ese pasado nos arrastrarán a un cauce de aguas violentas, en donde los amores tóxicos se sienten cómodos, entre rocas y corrientes inestables, como sus propios corazones.
Así que con la fuerza que me queda, con todo ese coraje que me ha regalado tu intermitencia insoportable, desde aquí, esta melancólica por convicción habla en nombre de todos esos corazones que los han desquebrajado, todos esos melancólicos pisoteados por las mentiras del ayer; hoy les digo a esos mentirosos cobardes: IROS A LA MIERDA.