Cuántas veces no escuchamos a nuestras madres, abuelas, padres y abuelos decirnos una y otra vez aquel viejo dicho "El hubiera no existe" ante nuestra desesperación de haber querido cambiar el tiempo, el rumbo de las cosas para que las decisiones pasadas no atenueran nuestro presente.
No hay manera de saber que nos depara el futuro, sólo podemos generar expectativas acorde a nuestra decisión presente, porque lo cierto es que nunca sabremos si hemos tomado la mejor alternativa, porque si nos va mal tenemos que aguantar estóicamente habernos inclinado de ese lado de la balanza, y si nos va bien, tenemos que quedarnos así, sin generar esa pregunta que nos arroja a la ansiedad, aquella que dicta así: ¿y si con la otra opción me hubiera ido mejor?.
Y es cierto, de los hubiera no se saca nada, nada bueno, porque aún no transgredimos la barrera de lo espacio-temporal para poder realizar viajes en el tiempo y cambiar el curso de las cosas. Desear eso, hoy día, nos deja un hueco en el estómago y un sin fin de preguntas que no tendrán una respuesta válida, porque de supuestos no se engendra una realidad, sino mera ficción.
Podemos, eso sí, rememorar el pasado con la nostalgia a flor de piel, porque de vivencias, esas experiencias hechas recuerdo que nos han transformado, nos han ido tejiendo para ser la persona que hoy somos, de esas, sí estamos hechos.
El domingo viví ambas cosas, la bella nostalgia y la terrible pregunta del si hubiera, y entendí que mezclar ambas es una bomba, y exploté en mil pedacitos que intentan ser armados esta noche.
Hay exposiciones de arte que tocan todo fibra de tu ser, y éste domingo disfruté una de esas. Recordé aquellos años de adolescencia, de lucha contra el sistema, de punk, anarquía y mucha, mucha cerveza fría. De cabellos de pico, de tinta filosa que intentaba cambiar el mundo. Leía una frase: "Nos hicimos sordos, no fuimos héroes.", y recordé aquel desgarrador libro de Robert Linhart que habla del Mayo Francés del 68, de cómo de a poco la lucha cesó y no hubo más -entendí que no me convertí en ese héroe que deseaba ser-.
Todos esos recuerdos quedan en lo que fui y lo que soy, me tocaron, y entonces me vi, una mujer adulta empezando nuevamente.
No es fácil estar desfasado, y entonces, sentada afuera del recinto, me llovió un sin fin de "¿y si hubiera?"...¿y si hubiera seguido otro camino?, ¿y si no hubiera elegido filosofía?, ¿y si hubiera pensando en un futuro monetario?, ¿y si no hubiera sido punk?, ¿y si me hubiera enamorado, casado y hoy formado una familia?, ¿y si hubiera seguido por el camino de la anarquía?, ¿y si hubiera seguido en filosofía?, ¿y si hubiera...?, ¿y si hubiera...?, ¿¡y si hubiera!?
Y no encontré respuesta, sólo explosioné.
Tanto darle vueltas al asunto me hizo verlo desde otro enfoque. Me di cuenta que mis hubiera estaban fuertemente arraigados al inventario social, a esa línea del tiempo que nos marcan desde que salimos del vientre. Tenemos un plan diseñado que tiene que seguir un curso determinado, y no esta mal diseñar, el problema es cuando lo vemos como una ley inamovible, que si no sigues ese plan las decisiones nunca serán correctas.
Estamos a veces intentado cumplir con expectativas, pero el obstáculo, el verdadero obstáculo es cuando estamos intentado cumplir las expectativas que nos ha generado la sociedad, el otro.
Y no es fácil lidiar con eso, sentir el rezago, no ir a la par de tu generación, a veces duele.
Pero bueno, al final sólo nos queda seguir, porque no estamos aquí para cumplir con ideales y los mismos tiempos, cuesta entenderlo, pero cada quién lleva su ritmo.
Me tardé en entenderlo, pero escarbar en el pasado, esa añoranza de los años de punk, hoy me deja un nuevo aprendizaje: voy caminando a mi ritmo, a mi manera, pero eso sí, con las botas bien puestas.