Ya llevo tres tazas de café, le puse play a la música que me hace deslizar los dedos por el teclado y he decidio escribirte una carta.
¿El motivo? Porque la vida son dos días, porque el sol que se filtra por la venta está bellísimo y llena de calor la oficina, porque el sol me renovó, pero sobre todo, porque a pesar de todo extrañaré lo nuestro.
Me dijeron que las cartas logran liberar un pedacito de alma y por eso estoy aquí, intentando liberar aquellos demonios que me hicieron soñar, creer en un futuro. No me voy, no te dejo, pero sé que me harás falta, porque somos dos plumas al viento que llevan coordenadas diferentes, somos esas líneas paralelas que duelen.
Un sorbo más al café y mis labios se siente calientes, y en un deseo desesperado buscan la complicidad de los tuyos, pero todo esfuerzo es en vano, porque formamos un iceberg, porque nos prohibimos, porque nunca nos prometimos nada, es cierto, porque me soltaste.
Pasarán tres meses, pasará el otoño, pasará lo nuestro. Pasaremos.
Nos debemos la playa, nos debemos el festival, dejaremos que los obsequios de navidad lleguen por estafeta, o no, tal vez sea mejor que lleguen de mano a mano, con un abrazo y un "lo siento, te quiero", porque esta complicidad que va más allá de las sábanas, la sala y cada rincón seguirá allí, porque los atardeceres desde tu ventana serán siempre mi más grande fascinación.
Dejemos que pase la tormenta, mi tormenta, que se vayan las dudas y entonces, así como la última gota de café en el fondo de la taza, así quedemos, libres de saturación emocional, libres de poder amar más allá de los dos.