Lo siento venir, el caos se avecina y no puedo hacer nada.
No puedo vaciar mis entrañas, lo siento nacer desde mi estómago. Ya sé el proceso, se alojará en mi pecho, dolerá como el cáncer, como esa jodida metástasis que mató a aquel arquitecto, dolerá. Después, se incrustará en la garganta con la intención de querer salir desbordado todo el veneno para alejar a todos. Ya sé el final...la soledad.
La tormenta se acerca y sólo pienso en sus brazos, sus malditas extremidades rodeando mi cadera, estrechando mi cuerpo. Lo deseo.
¿Han pensando que sería mejor no despertar trás la anestesia? Tal vez por eso no fui la indicada, nunca lo seré.
El demonio de la devastación está aquí, sé que llegó más fuerte que nunca, poderoso, implacable. Olfateó las primeras gotas de agua semi salada, la fragilidad de la desconfianza. Esta aquí y la batalla no será agradable, habrá sangre, dolor y cansancio. No viene solo, el recuerdo es su cómplice, quién carga el arma más mortal, llega con sus ojos verdes.
Sé que está aquí, lo puedo sentir, pero sobre todo, lo que más me aterra es poder verlo frente al espejo.