domingo, 21 de julio de 2019

Bitacaora de una enfermadad 2


Y después del alta viene la recaída, está aquí el llanto burlándose de mi, las pérfidas lágrimas no dejan de brotar y la fragilidad del alma se siente crecer, el corazón comienza a achicarse.

No entiendo que pasa, que ficha del dominó cayó, todo es confuso y eso hace que esta experiencia sea aún más abrumadora, todo iba bien, no hay un recuerdo o una acción que me haya hecho perder el equilibrio de esta cuerda floja, de este vaivén de la maldita dualidad. Sólo puedo reconocer el cansancio, la pesadez, el sin sentido, y entonces mi boca emite un simple “Ya no más”

Jamás pensé llegar a un punto tan drástico, tan hundido, y después levantarme y sentir que poco a poco vuelvo a caer en él, y lo siento, siento la caída, se siente en cámara lenta que voy de espalda contemplando todo a mi alrededor, como mi cabello flota y se enmaraña, voy cayendo al pozo, como Alicia. ¿Existe alguna poción? ¿tal vez una solución permanente?

Voy cayendo, debería saber que hacer, y lo único que me rescata esta mañana del filo es escribir, cuál si estuviera charlando, catarsis diría Sócrates.
No sé que pedazo de pizza del elefante gigante estoy contemplando, pero algo hay que me abruma, ojalá pudiera saberlo.  

El grafógrafo [Salvador Elizondo]

"Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo."

El grafógrafo.

Salvador Elizondo.