Les contaré un pequeño secreto, cuando me siento un poco triste me gusta meter mi pequeño cuerpo bajo las camas de mi casa. A veces lo hago en la mía o en la de mis padres, pero me gusta más la mía, tiene el tamaño justo para poder sentirme cómodo.
Cuando estoy bajo las tablas me imagino que así se veía mi abuelo en esa caja de madera que vi cuando mamá me dijo que él ya estaba en el cielo. Me imagino que soy él, que estoy por viajar al cielo y que allí ese huequito que siento en el pecho desaparecerá, entonces, cuando ya me siento más tranquilo, así como liviano, me pongo a llorar porque solo así me siento mejor. Es curioso, como si a través de las lágrimas mi soledad se sintiera menos.
Últimamente me ha dado por meterme bajo la cama con un lápiz y con él, tras haber llorado, escribo en la madera una especia de carta a mis padres. No escribo mucho, solo les pongo que no me siento bien, que me gustaría estar con mi abuelo y al final les digo "adiós". Cuando suelto el lápiz cierro los ojos y me quedo quieto por mucho tiempo. Esa sensación me gusta porque es como si no estuviera y como si nada malo pudiera pasarme.
El otro día mamá me vio salir de debajo de su cama y me preguntó que qué hacía allí, le dije que estaba jugando a ser mi abuelo y que quería irme al cielo porque no me siento bien. No entiendo porqué, pero ella me abrazo casi como si fuera a romperme y lloró mucho. Creo que piensa que lo que hago es malo, pero no sé porque no me entiende y me deja seguir jugando a viajar al cielo.