domingo, 11 de diciembre de 2022

Disipar nubes sombrías del pensamiento.

 Existen pequeños hechos o sucesos que suelen marcar la vida.

En ocasiones uno siente miedo de si mismo y eso paraliza, estanca y hasta hiere no sólo el corazón propio sino también el ajeno. Afrontar demonios (muchas veces inventados por la misma cabeza, diría que casi todas) nos engendra incógnitas y escenarios catastróficos que pueden llegar a ser punzantes en la cabeza, suelen generarse cuando uno menos lo espera, con tan solo un pequeño viraje en el timón, todo tipo de catástrofes se comienzan a gestar en las ideas, sobre todo, en las de los que solemos escribir (nos encanta crear historias).

Cuando uno se imagina una puesta en escena diferente a la que se estaba (o debería estar) sucintando, los pensamientos negativos vuelan, laceran el alma y se instalan dentro, tan dentro, que con tan solo un par de minutos comienzan a generar moho y toxinas dentro de uno. A raíz de eso el temor comienza a entumecer, y es allí cuando se rompe el trayecto, se destroza en pequeños pedazos que al intentar recomponerlo no solo cuesta trabajo, sino que también, en muchas ocasiones, se ensamblan de manera dispareja, haciendo que el camino tome otro rumbo. 

Muchas veces el miedo recae en los propios sucesos buenos. En ocasiones es tan hermoso algo que eso asusta, da temor que se pueda fracturar y -paradójicamente- al crear esos pensamientos dudosos y temerosos de la bondad de lo que se está viviendo, funestamente, aquello se vence.

Ahora, mientras escribo esto, pienso en el pánico que sentí, en lo terrorífico que me fue el pensar que esa especia de historia donde lo virtuoso que he mantenido en estos años se iba, se agotaba y sin poder hacer nada -quizá sí lo podía- todo se nublaba, una tormenta se acercaba y advertía que esa aventura buena se iría pronto por el desagüe.
Cuando eso sucedió, el pensamiento negativo hiperacelerado llegó, se instaló como el cliente frecuente, y sin pensar las cosas (como suele suceder en esos casos) solo pude arrojar fuera de mí, en forma de palabras, lo que yo creía sería la "solución" para escapar de esa sensación de sombrío; y entonces fue como si hubiera sujetado un cristal y sin darme cuenta dejarlo caer. Así fue como resquebraje esa historia afable. Que necia, que simple fui.
Desde ese instante cogí ese cristal, lo he sostenido entre mis manos, pegándolo al pecho para pedirle perdón, para no dejarlo caer nuevamente. 

Sé que debo dejar atrás el crear acontecimientos desfavorables y que tengo que dedicarme a trabajar en creer en lo benévolo de la vida.Y eso hago.

Ya lo decía el poeta Rilke: "He hecho algo contra el miedo. He permanecido sentado todo la noche y he escrito."
Hoy hice eso.







El grafógrafo [Salvador Elizondo]

"Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo."

El grafógrafo.

Salvador Elizondo.