martes, 5 de agosto de 2025

De sueños y príncipes azules

 ¿Alguna vez han tenido un sueño que parece real, salido de toda lógica, pero real? Estoy segura que sí, todos hemos pasado por esa esperanza de que nuestros sueños más vívidos se conviertan en una realidad tangible, pura y llena de felicidad. Una realidad que nos apapache el alma y que con el simple hecho de hacerse realidad nos confirme que todo estará bien. 

Yo, desde pequeña he escrito, a veces de manera poco usual, pero siempre lo he hecho. Aprendí a plasmar en letras esos sueños y esas ilusiones que tocan cada fibra y con ello sanan. En ocasiones encontrarle las palabras a los sueños no es tarea fácil, pero cuando ya gestan en ti, cuando ya han pasado a formar parte de ti, entonces sólo basta un pequeño empujón, la primera letra para que ese sueño se convierta en una historia que merece ser contada, y que con la esperanza de quién desea ver el amanecer, y con un poco de suerte, se conviertan en realidad.

A veces regreso a esas letras ya caducas para verme en el pasado, abrazarme y decirme que las cosas no han salido así pero que han mejorado; también tengo tiempos más oscuros en donde acudo a ellas para confirmar que si  bien las cosas no son lo mejor tampoco es esa pesadilla que tiempo atrás escribí. 

Hay narraciones que me hacen  feliz, porque tantas veces escribí batallas internas en donde la protagonista parecía y darme cuenta que ella, la mujer de esos cuentos, sigue viva me reconforta el alma. 
Otras tantas duelen un poco, porque el dolor en la tinta aún se siente cuál filo en los brazos y darse cuenta que esa historia es aún tan vigente como antaño quiebra un poco el alma. 

Y después llegan esas historias que desgarran el corazón, queman y dejan salir lágrimas pérfidas, esas que te cuentan que los sueños no sólo no se hicieron realidad, sino que quedaron tan atrás que ya son imposibles de rescatar, son esas letras las que verdaderamente marcan la piel, duelen en la vida y te ahuecan el alma. 

Son esas historias y sueños que a veces me hacen pedirle tregua a la vida. Una mañana desperté sin ser esa filósofa que tanto soñaba ser y que en tantas historias escribí, me levanté de la cama sin ser esa escritora que tanta ilusión me hacía ser, leí muchas historias que les escribí a amigos que ahora ya no están, que se han marchado y me vi envuelta en la soledad.

Después llegaron las historias que no verán la realidad, esas, las que todas las mujeres amamos, unas en silencio y otras sin temor, las historias y sueños de amor. Y no me refiero a clásicos Disney donde esperamos ser salvadas por gallardos y apuestos príncipes azules. Son esas historias donde el amor es cómplice de un hombre real, que su osadía es ir por plena avenida con unas flores en mano para la amada. Que su mayor acto de amor es cuidarte todas noches de esos malos sueños que nublan la realidad. Leí esas historias escritas por mí, en donde las cenas, los libros, cafeterías, viajes, conciertos,  besos robados eran el modus operandis del hombre amado, y que con el final vendría una gran sorpresa, brillante y acompañada de un gran vestido blanco. 

Así como los sueños, las historias también cambian, los escenarios y los príncipes azules a veces se tornan de otro color, pero si su tono combina con el tuyo, si eso pasa, aférrate a su color, porque de ambos nacerá una nueva gama que brillará con luz propia, que encenderá nuevos sueños y contará historias memorables. Si eso pasa, no importa que el sueño de un pequeño giro, lo importante es que en ese giro él siempre esté contigo.

El grafógrafo [Salvador Elizondo]

"Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo."

El grafógrafo.

Salvador Elizondo.