miércoles, 19 de enero de 2011

sin nombre, sin fechas...

Había estado perdiendo mi tiempo, películas, televisión… en fin, nada productivo, dejé un par de libros empezados, una que otra historia sin final, olvidé cual era el significado de “pensar” y me volví un zombi, un “zombi vs plantas”, pero yo le ganaba a las plantas… me sentía completamente rutinaria, del mismo lado al otro, haciendo las mismas cosas sin sentido, hacer por hacer, ir por ir, como un pequeño robot mal fabricado, sin patente y sin dueño, diseñado para sólo una cosa: ser uno más, sin razón y sin motivos, sin cosas por las cuales levantarse, un ser cotidiano que se resigna a lo único que cree posible, eso que te marcan como “lo correcto, lo debido y lo alcanzable”, sin sueños, sin esperanzas…sin futuro. Estaba hinchando mi pereza, pero comenzó a molestarme sentirme tan mundana y depresiva, así que tomé uno de esos libros empezados y me decidí a terminarlo; al cerrar el libro, una vez acabada la última página de aquella obra, sentí que me estaba recuperando, que me estaba volviendo de nuevo YO, y fue cuando me percate de que todo este tiempo no fue tan desperdiciado, porque una vez ensamblado el rompecabezas de mis reflexiones me di cuenta de que por primera vez en mucho tiempo me había permitido algo que había decido censurar, algo que había dejado de lado, llenando mi tiempo con lecturas, con clases, con escritos, con caminatas o pensamientos, había llenado mi tiempo de tanto sentido que olvide que puedo sentir, querer, desear, amar, porque quizá todo ese “reflexionar” sobre cada cosa era una arma de defensa contra lo que creía no podía sentir, o mas bien no quería, por cobardía…por no sufrir. Pero en este lapso que deje mi vida sin “sentido” simplemente no pude llenar ese hueco, torearlo y hacerle como que estuviese lleno, y solo comenzó a buscar que lo albergara…y lo encontró; se topó con algo que lo hiciera sentirse vivo…me hiciera sentir humana, sentir…me enamoré; no de la manera de los cuentos de hadas, ni de novelas o culebrones, donde al final al amor triunfa y son felices por siempre, quizá no me enamoré correctamente, de la persona debida o en el momento preciso, al final sólo yo me enamoré, pero entendí que no por eso debo dejar fuera de mi vida esas cosas que nos recuerdan que somos seres libres, capaces de querer, odiar, amar, desear, extrañar a quienes queramos, sin reglas, sin manuales, sin prejuicios y sin dejar de ser uno mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El grafógrafo [Salvador Elizondo]

"Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo."

El grafógrafo.

Salvador Elizondo.