Siendo honestas las sonrisas que lance hoy al mundo tendrían que empezar siendo honestas conmigo misma, hacia lo que miro todos los días a través de ese espejo detrás de la puerta que muchas veces me negué a tener por miedo a ver quién era yo, pero siempre puede más la curiosidad. Esas palabras sinceras también deben comenzar hablando de lo más puro y sincero que tengo a la mano, MI YO.
Soy esta mujer que ves, soy esas pequeñas huellas que el sol ha dejado en mi piel, que tantas caminatas con mis amigos las han valido, los tantos días en los parques de la ciudad a lado de ese ser maravilloso que ha marcado mi existencia. Soy también esas pequeñas pestañas que cubren de vida esos ojos que aún temo ver en la oscuridad. Soy sin duda esas ojeras heredadas y cansadas, esas ojeras que me han valido miles de desvelos leyendo libros maravilloso que me incitan a no dejar de pensar, a construir mi propio pensamiento, libre y sin ataduras, esas manchitas oscuras en mi párpado inferior que me recuerdan que aún en los peores momentos, en las mejores fiestas, en las difíciles tareas, están allí grandes personas apoyándome, ayudándome y porque no, riendo conmigo. Soy esa cicatriz que mi frente guarda celosamente, que no me permite olvidar que fui una niña dichosa, llena de juegos, de amigos, de diversión y de caídas que me enseñaron a crecer, a ser mejor persona. Soy esa nariz que me heredó mi abuela, mi tita, esas cejas que el señor que tanto amó el danzo me dejó en su nombre, ese gran abuelo que a pesar de las adversidades luchó hasta el final. Esa frente que no temo descubrir, que no temo poner en alto, que a pesar de estar a veces escondida entre los hilos finos que nacen de mi cabeza está siempre para poner en alto mi esencia, y si miro más abajo soy los labios, los dientes y la lengua que juntos construyen mi hablar diario, con los que no me canso de conversar todos los días, de discutir y expresar mi pensar, y, por supuesto, en ocaciones, mis sentimientos. Y aún más abajo soy un cuerpo, de caderas anchas, de senos separados y de piernas llenas. Soy sin lugar a dudas una mujer que no teme verse linda y decírselo al espejo, una mujer que se ha visto fea ante ese mismo reflejo miles de veces y recuerda siempre, que al final del día, cuando uno está solo en su habitación nada más importa, que allá afuera nadie es perfecto y que la belleza es aquel conjunto de aspectos internos que realzan la belleza exterior. Y recuerdo siempre que hay que amarse uno mismo, cuidarse y respetarse, porque nadie más lo hará por ti.
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