Allí estaba yo, mirando por la ventana, fugada del mundo exterior, estaba tan dentro de mi que me valió un par de minutos darme cuenta de lo sucedido...
Siempre lo intenté, a veces lo lograba, otras tantas no pasaba de una sonrisa fingida. Perdón, me refiero a ser feliz, yo hacía todo lo posible o alcanzable para serlo, nunca lo fui del todo. Siempre encontraba algún defecto que me hacía morir por dentro, marchitarme, siempre había algo, cierta facción en el rostro, algún pliegue en mi cuerpo, algún olvido o deterioro mental, educativo o sentimental que me hacía frustrar.
A mis 21 años ya había hecho mía una frase de mi escritor favorito, Fadanelli decía en uno de sus libros "Veinte años de frustraciones lo convierten a uno en viejo prematuro", yo estaba así, frustrada y añejada a mis 21, ¿qué terrible no? hasta cierto punto uno aprende a vivir con ello, lo terrible resulta cuando se desborda y ya nada puede contenerlo, nada.
Solía sentarme a escribir cada tercer o cuarto día, no tenía la ambición ni la pretensión de ser leída y entendida por lectores regados en el mundo, no deseaba ser famosa y leída en veinte idiomas, sólo quería escribir, era como una especie de catarsis, corrijo, no era una especie, era catarsis. Cuando deslizaba mis dedos sobre el teclado o envolvía con ellos algún bolígrafo o lapicero el mundo dejaba de existir, era yo y mi imaginación, era yo y mis sentimientos, era yo y mis creencias, mis pensamientos, mis ideales, mis elocuencias, mis sinsentidos, era yo y nadie más, dejaba de lados los miedos, los temores a vivir. Tal vez, no lo sé, podría decir que esa fue la etapa más feliz, más pacífica de mi vida. Como dije, "solía". Nada es eterno, nada dura lo necesario para ser feliz por siempre. Era mi respiro y me lo quitaron, ¿porqué les cuesta trabajo entender a esos pseudointelectuales de sofá que todos tenemos derecho a escribir, tener nuestro espacio, tener el ánimo de sentarse y regar palabras, a veces sin sentido, sólo para liberarnos de nuestros propios demonios? ¿porqué les cuesta trabajo asimilar que el hecho de escribir no significa querer ser famoso, pasar del anonimato, ser alguien?
Al quitarme eso, fue como si me hubiesen extirpado mis ganas, mis fuerzas, mis ánimos de vivir. ¿Agradecerles? No lo sé, puede que gracias a ellos me atreviera a hacerlo.
Me costó recuperarme, entender que las letras no son el "todo" de mi vida fue tardado, pero lo logré. Comencé a fotografiar. Fue como una luz, un brillo nuevo, me encanto. Lo he dicho, nada dura lo necesario. Nuevamente destruyeron mi mundo. Mi flaqueza creció, cada día, cada amanecer era cansado, era asfixiante. De nueva cuenta intenté pararme, fue lo mismo con la lectura, esas personas que creen que por no aprenderte las líneas al pie de la letra puedes ser considero una basura, ¿donde aprenden a ser seres tan hostiles?
Nadie sabe el verdadero significado de "vive y deja vivir", eso me asusto siempre.
No puedo culpar a nadie ajeno a mi, soy yo la única culpable, me culpo a mi misma por mi debilidad, por mi falta de entereza, por mi falta de amor propio. La culpa, tal vez no exista, tal vez sea eso que inventamos para sentirnos seguros de algo, de la propia culpabilidad, tal vez las cosas tienen su propio eje y todo pasa porque tenía que pasar.
Estaba tan sumida en mi misma que no me di cuenta en que momento se lleno todo y el cataclismo interno comenzó, era ya para ese entonces una especie de maquina sin vida propia, actuaba automáticamente, sin motivo ni razón. Para ese entonces mi vida se vació y a la vez se lleno de motivos para no vivir, para no enamorarme, para no soñar, para no luchar. Ya en esas fechas nada hacía que escapara del mundo y de mis miedos, nada.
Todo pasó tan rápido, fui a la papelería, compré un cúter, llegue a casa, le dije "buenas noches, te amo" a mamá, la abracé y la besé, fui a mi habitación, cerré la puerta, me recosté, olí a mi peluche preferido, cerré los ojos y sin sentir dolor taje el antebrazo izquierdo, una línea sesgada y profunda ceso de ser nada para pasar a ser parte de mi cuerpo, las sábanas de mi cama comenzaron a humedecerse, sentí el frío de mi sangre. Me quedé dormida.
Desperté en la habitación de un hospital, el olor a medicamentos me hizo vomitar, me incorporé de la cama y noté un vendaje en mi antebrazo izquierdo.
Allí estaba yo, mirando por la ventana, fugada del mundo exterior, estaba tan dentro de mi que me valió un par de minutos darme cuenta de lo sucedido...olvidé ponerle seguro a la puerta.
Ana Karen Carrillo Rivera.
Ana Karen Carrillo Rivera.