sábado, 23 de marzo de 2013

Bitácora del olvido (IV)

He perdido la cuenta de los días. 


Es extraño,  sus constantes letras me han atacado desde hace ya varios días, todo eso me ha puesto a pensar que si rompiera el silencio que mantengo con él, la distancia, si dejara que entrara a mi vida sólo por un segundo, lo único que le diría sería: Te amo.

Nunca le dije cuanto amaba sus huellas, su piel marcada, su experiencia, sus años, sus ojos, su compañía, su lunar en la mejilla, es posible que le diga te amo y  que tras ese segundo, esa pausa en el mundo, simplemente regrese a alejarme de él. de la adicción.  
Rompería la abstinencia para que entienda que si me alejo es por algo importante, que si me abstengo de él es porque en verdad ÉL significó mucho más que una simple huella en mi dedo pulgar. 

jueves, 14 de marzo de 2013

Confesión.

Aún no sé como decirte que te amo, que aunque seas tan extraño y conocido, que a pesar de tus defectos y tus grandes y graves errores, yo no te guardo rencor, no te odio, que me importas, que eres tan importante en mi vida aunque nunca hayamos compartido esa "vida",  que aunque seamos una sangre misma y  no hayamos estado nunca verdaderamente conectados, yo, esta que no sabe como decirte que te ama, que a pesar de todo te adora, sé que lucharás, y que si una vez ya pudiste vencer ese monstruo que ataca sin piedad, esta segunda vez no será diferente, lo vencerás, verás las nuevas luces de la esperanza, escucharás  los llantos de los niños, la risa de los que amas, y que aunque me hayas dejado a la deriva, lucharé a tu lado, una vez más estaré allí como tú nunca estuviste para mi, porque sencillamente TE AMO.

Así que espero encontrar la fuerza para decirte de frente, con la misma voz con la que me dicto estas palabras: te perdono porque te amo.

jueves, 7 de marzo de 2013

De amores platónicos y de soledad.


A veces sientes que la vida te juega chueco, sucio, te da algo que no querías y en recompensa toma algo que siempre habías deseado, te engaña, te oculta, te deja sólo en la expectación y cuando quieres participar el juego ha terminado. A veces pasa que la vida no es la cosa perfecta que los cuentos nos enseñaron de pequeños, que el príncipe o la princesa de ensueño a veces suelen ser reales, pero como lo he dicho, la vida, tan caprichosa ella, hace que los encontremos y, con dolor, darnos cuenta que ellos no nos conocerán jamás. 

No hace más de 6 meses me encontraba solo, sin motivos para salir a la calle, salir a conocer gente nueva o simplemente convivir con los amigos. Sentía una especia de dolor que hacía que creyera que todas mis desdichas amorosas eran parte de ese plan maestro que la vida había tejido para mi, todo ello para darme cuenta de que viviría solo, que no encontraría a esa persona ideal, ese amor platónico que todo la vida había deseado. Uno siempre sueña con encontrar a la pareja perfecta, esa que te hace sentir que el mundo no existe, esa con la que puedes escuchar la misma música, leer los mismo libros, esa con la que puedes salir a caminar a los mismos lugares, esa persona que comparte tus mismos gustos. Uno siempre sueña y cree que esa persona es parte de una simple y compleja fantasía.
Puedo asegurarles que así lo seguía creyendo hasta hace unas semanas. Como siempre pasa, el amor desmedido y confuso entra a tu vida sin tocar,  llega y se instala cual huésped frecuente, pidiendo canastas con chocolates y bebidas finas, de esas que cuando no puedes sostenerlas y caen, recoger los pedazos suele ser más caro que la obtención de ellas. 
Sin dar más rodeos, soy Mauro y esta es mi historia:

Estaba en la calle La paz, en un bar. Sostenía la botella de cerveza, miraba a través de la boquilla preguntándome "¿cómo es posible que cada relación toque ese fondo oscuro de mi botella verde?" Tomé el último trago de mi cerveza y la puse sobre la mesa. No podría imaginar la desdicha que en mi rostro se dibujaba, hasta que una chica linda, de pómulos marcados, sonrisa grande y mirada sincera se sentó frente a mi, en mi mesa. Traía puesto un suéter en tonalidades grisáceas, perecía una especie de capa, suelto por los bordes y tan largo que tocaba sus rodillas desnudas, sus piernas eran tan delgadas que imagine que nunca podría llegar lejos sin quebrarse un hueso. La miré desconsertado, nunca creí que una mujer tan bella como ella se sentaría sin más, sin siquiera yo haberla invitado. Me extendió otra cerveza danesa, se limitó a sonreír y a darle un sorbo a su bebida. 

-Gracias, veo que has observado lo que he estado bebiendo toda la noche, soy Mauro-
-No es difícil adivinar que pasas por una mala racha, ¿qué sucede, te despidieron, no conseguiste el empleo?-
-En realidad es menos que eso- la miré con cierto dejo de tristeza.
-Ah, ya veo, desamor, terminaste con tu pareja y vienes a esta bar a ahogar tus "penas en alcohol", creo que es un buena elección, el alcohol que has decidido tomar es mi preferido- Bebí una vez más.
-No terminé con alguien, simplemente ella no era la persona que estaba buscando- la miré con seguridad, sabiendo que en el fondo moría por preguntar como debería de ser esa persona, adivinado su pregunta, dije -esa persona con la que vida no transcurre, con la que compartes todos tus gusto, o en su mayoría. Llámame romántico, cursi, soñador, iluso, pero es lo que busco, es lo que necesito-.
Ella se limitó a sonreír, a seguir bebiendo, a decirme -sí es lo que buscas, no te canses, el hombre que veo ahora es un sujeto cansado, y tú, estimado, usas las palabras correctas para alguien que sabe debe seguir buscando. No te canses.- 

Algo en sus palabras me hacían sentir cómodo, con ánimos de seguir, ¿quién era ella para hacerme sentirme tan bien y a la vez tan tímido?
Seguimos hablando por un buen rato, bebiendo, nos sonreíamos. Resulta ser que era una ex alumna de artes plásticas, pero prisionera por el sistema educativo decidió mejor abandonar los estudios haciendo de su maravilloso talento una bella definición de libertad. Estaba de paso por la ciudad, en realidad ella se crió aquí (no lo habría dudado, tiene esos bellos ojos tapatíos) pero ahora residía en el Distrito Federal, puesto que allá, según me contó, tenía más oportunidades de exponer. Siempre soñó con exponer en el Museo de Arte Moderno y en el TAMAYO, así que para tener su sueño más cerca se consiguió un departamento a unas cuadras de la plaza 212 en Reforma. 

Se despojo de su suéter, de esa especie de capa, dejando al descubieto sus hombro. Le conté sobre mi sueño frustrado por pintar, por hacer "arte", pero como había fracasado siempre, y es que no a todo mundo nos tocó ese don. 
Ella miraba de frente a mi, pero no a mi, abrió el libro que tenía justo a un lado  de mi mano derecha, un Sartre, tomó de un sorbo casi un cuarto de la cerveza danesa y a carcajadas me dijo que ese era su autor preferido. ¿Con qué frecuencia uno se puede encontrar cara a cara con alguien más que ama a este autor francés? una en casi 100 me respondí. 

Llevábamos más de tres horas platicando y cada vez que seguíamos el curso de la charla me daba cuenta de que era ella, ese platónico, esa persona de la que le hablé. Era tan emocionante, tan excitante y a la vez tan perturbador saber que la persona ideal existía pero que vivía a más de 500 Kilómetros de mi, que hoy, era sin duda la primera y la última vez que la tendría tan cerca, tan viva, tan mía. 
¿Era justo luchar por ella? ¿ella era la persona correcta por la que dejaría mi vida en esta ciudad para ir a aventurarme lejos de casa? ¿ella era "ella"? apenas me sentía seguro de responder afirmativamente a todo cuando MUSE salió desde la bocina de su celular interrumpiendo nuestra conversación. Ella respondió, se paró un momento y tras una breve y eterna conversación telefónica regresó a la mesa.

-Lo siento, tenía que responder, era mi novio, quería saber como estaba, él se quedo en el apartamento del D.F.-
Sus palabras retumbaban tan dentro que dolían en los huesos, pero a pesar de sentir que mi mundo se desquebrajaba no tuve más remedio que sonreír y decirle -esta bien, no te apures, no pasa nada-

De pronto el bar se convirtió en un lugar frío y deprimente. Ella planeaba seguir allí, conversar más, reír más y por más que fingiera que yo también quería estar allí mis ganas ya estaban extintas, así que esperé un par de minutos para decirle que tenía que irme, que era tarde, que la noche había acabado.
Moría por besarla, por sentir sus labios, sentir de sus labios el sabor de nuestra cerveza preferida. Me puse de pie, tan erguido como mi dignidad me permitía, la abracé, le di las gracias, le dije -No me cansaré, sabes, en el fondo sé que existe, gracias, me hiciste ver que ella existe-

No quedó más que irme, dejarla atrás con la cerveza del pomo verde, con el autor francés, con el arte, con sus rodillas desnudas.

martes, 5 de marzo de 2013

Bitácora del olvido (III)

Día 69
No ha pasado ni una semana en que dije que me hacía tanta falta, que su recuerdo era tan constante y que recaer sería probablemente el peor error, no pasó tanto tiempo para que él apareciera.
Aquí estoy yo, mordiendo las ganas y la ansiedad de dejarlo entrar nuevamente, luchando contra la adicción, tratando de vencer, de ganarle a él.
Aquí estoy, ignorando sus señales, sus palabras, sus labios.  Aquí esta mi cuerpo fingiendo que no se altera, que no tiembla, que no se  llena de ansiedad con su repentina aparición.
Aquí estaré viendo su huella en mi dedo pulgar sabiendo que nunca más lo dejaré entrar.

viernes, 1 de marzo de 2013

Bitácora del olvido (II)

Día 65

Poco más de dos meses y ya comienza a quemarme la piel. Los dibujos en la piel de otros me recuerdan a él, por donde vea, a quién vea siempre y cuando tenga un diseño en los brazos, el torso, piernas o manos me recuerdan a él. La tinta en la piel es la forma más elocuente en que se hace presente a mis ojos.
Lo encuentro cada vez más presente.

Estoy en la fase de abstinencia, del alejamiento, y por fin entiendo a los adictos, por fin entiendo esa sensación de vacío, de necesidad, de hastío por lo demás, de odio propio, de deseo perturbable, y me resulta aún más confuso y atemorizante saber que mi adicción no es a una sustancia, a un objeto o una comida, sino a él, un hombre,  unas manos, labios, ojos, piernas, muslos y, en lo profundo de todo, un corazón...su compañía, sus palabras, sus años. 

Él, mi adicción, su huella en mi dedo pulgar, cosas difíciles de superar, pero como lo he dicho, debo ser fuerte, debo dejarlo allá, en el pasado, debo aprender a vivir sin él. Debo ser yo mi propia adicción. 

El grafógrafo [Salvador Elizondo]

"Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo."

El grafógrafo.

Salvador Elizondo.