viernes, 1 de marzo de 2013

Bitácora del olvido (II)

Día 65

Poco más de dos meses y ya comienza a quemarme la piel. Los dibujos en la piel de otros me recuerdan a él, por donde vea, a quién vea siempre y cuando tenga un diseño en los brazos, el torso, piernas o manos me recuerdan a él. La tinta en la piel es la forma más elocuente en que se hace presente a mis ojos.
Lo encuentro cada vez más presente.

Estoy en la fase de abstinencia, del alejamiento, y por fin entiendo a los adictos, por fin entiendo esa sensación de vacío, de necesidad, de hastío por lo demás, de odio propio, de deseo perturbable, y me resulta aún más confuso y atemorizante saber que mi adicción no es a una sustancia, a un objeto o una comida, sino a él, un hombre,  unas manos, labios, ojos, piernas, muslos y, en lo profundo de todo, un corazón...su compañía, sus palabras, sus años. 

Él, mi adicción, su huella en mi dedo pulgar, cosas difíciles de superar, pero como lo he dicho, debo ser fuerte, debo dejarlo allá, en el pasado, debo aprender a vivir sin él. Debo ser yo mi propia adicción. 

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El grafógrafo [Salvador Elizondo]

"Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo."

El grafógrafo.

Salvador Elizondo.