miércoles, 15 de mayo de 2013

Carta a ti, que nunca me lees.

Por y para ti.

Me preguntaron "¿Qué aprendiste de él?" Y no supe que responder. Aún no sé como responder a esa clase de pregunta, aún no sé bien que aprendí de ti. 

Entre tantas cosas buenas y malas, tal vez las malas son las que pesen más. Aún no se tampoco porqué en algunas ocasiones te quiero, porqué me haces falta, porqué te necesito.

Esto es para ti, para ti que sé no leerás mi carta, porque sé que nunca tuviste la disposición de leerme, de saber que es lo que escribo. 

Tú, el del lunar en la mejilla, tú, el de las llamadas por la madrugada, tú, el que permaneció tantos años en mi vida, tan lejos y distante, esto es por y para ti.
Este es mi cierre, esta es mi despedida, este es mi adiós, mis últimas líneas que te dedicaré, que te escribiré, después de esto, me prometo, por mi, por mi bienestar, por mi amor propio, que tanto trabajo me ha costado reconstruir, que no volverá a escribirte, a hablar de ti, a contarle a los demás nuestra historia, el como sufrí, como amé, el como me perdí el respeto, el como entregue nada y todo, el como me diste apoyo, sinceridad y crueldad, estas palabras van para ti, para que sepas que ya no guardaré más tu recuerdo.

Es necesario hacer todo esto, derramar lágrimas pérfidas y estólidas mientras tecleo, mientras te escribo, lo es, ¿sabes por qué? porque ya me cansé de sentir que tu recuerdo me agota, me lastima, ya no puedo seguir entregándote más años, más vida, ya no. Siempre pensé que amar sería difícil, pero no tan cruel, tan asfixiante. 

Entre tanto, podría decir que aprendí que no volveré a entregar tanto a quién entrega a medias.
Aprendí que me falte al respeto, que tu lucha por mi es más una lucha por ti, que el ser humano lucha por no quedarse solo, por tener una "pequeña reserva" para los tiempos de escasez.
Aprendí que valorarse es muy difícil y que por eso a veces buscamos a personas que lo hagan por nosotros, que amarse y demostrárselo a uno mismo día a día es casi como una tarea laberíntica y por eso al final terminamos por cederle, esa tarea tan íntima, a alguien más, sin entender que nadie lo haré mejor y bien como uno mismo. 

De ti aprendí que debo ser fuerte, a actuar como tú ante los problemas, a no rendirme, a solucionar todos, todos mis problemas, a que debo ser más sincera cuando algo no me gusta, cuando no me parece.
Me enseñaste a luchar por lo que quiero, por lo que sueño, así como tú luchaste por tu propia libertad, por tu bienestar emocional.

Pero así como me enseñaste eso, esta relación me enseño que no siempre se lucha sin cansancio, que luchar por lo que uno quiere a veces implica la renuncia, ¿cuándo? cuando hay segundas personas, cuando al saber que puedes lastimar innecesariamente a alguien es tan malo, es allí cuando uno debe renunciar, cosa que tú no aprendiste, cosa que aún no entiendes, ¿por qué lo digo, por qué lo afirmo? porque de haberlo entendido habrías dejado que marchara hace ya mucho tiempo, hace más de un año, hubieras permitido que rompiera esa cadena, que rompiera ese absurdo amor que te tuve, que me lastima como nunca nada me había lastimado, que me astilla. 

Aprendí que hay relaciones dañinas, viciadas, fugaces y eternas a la vez, pero que eso no significa que siempre nos sucederá El hecho de habernos topado con una relación así no quiere decir que no podamos romper con ella, que no podamos encontrar algo mejor, a alguien mejor. Ahora debo aprender que puedo encontrarla, que no me será difícil, que puedo luchar por una relación sana, y por lo mismo, debo dejarte atrás, cerrar tu ciclo, cerrar esto que siento, dejar de lado tu recuerdo atroz y seguir adelante con mi vida, sanar mis heridas, y porqué no, dejar que otros me ayuden a curarlas. 

Sé que no será fácil,  y más difícil será si tú sigues aferrado a esto, a esto que nos pasó, a esta relación que no tiene futuro ni presente.
Por eso quiero que me dejes ir, que así como yo te he dejado, así como yo te he tratado de olvidar, tú  lo hagas ahora, que nos ayudemos a olvidarnos, a no dañarnos más, a no dejar que el uno consuma la vida del otro. Que por el poco o mucho amor que nos tuvimos nos dejemos, nos alejemos, nos olvidemos, que por el amor propio que nos tenemos luchemos por una vida mejor, por encontrar esa libertad que tanto amamos los dos, con alguien que sabrá respetarla, con alguien más que no sea  brutal como lo fuimos nosotros. 

Sé que decir adiós nunca es fácil, y sé que siempre jugamos a hacerlo, pero esta vez yo no estoy jugando, esta vez es en  serio, esta vez te borraré de mi vida, en esta ocasión ya no contestaré tus llamadas, tus mensajes,  ya no te haré caso si me buscas en mi casa, en mi trabajo, en los lugares que frecuento, esta vez me amo lo suficiente para dejarte ir, para no seguir aferrada a una relación que no merezco, a una relación que me daña, que me priva de mi respeto propio, y espero que lo hagas tú también, y así, nos agradezcamos por tantos años de felicidad, nos perdonemos por tantos años de suplicio.


Como dije, este es mi adiós, mi  hasta nunca, mi forma de decirte "Gracias. Te perdono. Perdóname". Con estas letras me digo a mi misma, "te quiero, te respeto, por eso lo dejo ir, por eso sepulto todo lo que alguna vez me hizo sangrar". 

Tú, el de piel entintada, si me llegas a leer, entiéndeme, si me llegas a entender tú también te habrás liberado.


Lucha, vive, ama, déjanos volar, déjanos seguir por vidas y caminos diferentes.

Adiós. 

lunes, 6 de mayo de 2013

Besos que nunca se olvidan.

Vanesa  bebía café helado en su cafetería preferida, más que una cafetería aquel lugar era un centro cultural, de sus paredes colgaban cuadros de artistas locales, había una sala para proyectar películas y la música de fondo siempre era un orgasmo auditivo, la comodidad de aquel lugar era incomparable, sillas, sofás, alfombras con cojines, aquella cafetería era el lugar perfecto donde Vanesa podía escapar del mundo, de sus problemas, de sus tristezas, donde entregarse a la lectura era aún más placentero. Vanesa bebía de su café helado mientras hacia recuento, pensaba en todos los momentos agradables que había pasado en aquel lugar, las personas con las que había interactuado en esos sofás, en esa alfombra con cojines, vio rostros con los que sonreír siempre era un placer, miradas coquetas, manos inquietas y se dijo a si misma "es momento de dejar  este lugar sólo para mi, como cuando llegue, sola. Es un hecho, no volveré a este lugar acompañada, porque ya tengo los mejores recuerdos en este lugar con las personas con las que mejor pude haber pasado el tiempo, amigos, amigas, algunos ellos. Es preciso dejar el lugar como esta, para  recordar así, como lo hago ya."
Regresó a su lectura, tenía en sus manos a un Kundera y leyó: "No es la necesidad, sino casualidad, la que está llena de encantos."; y entonces lo recordó, a él.
Él había estado con ella en aquella cafetería hace ya mucho tiempo, había estado con ella en sólo una ocasión, pero esa ocasión basto para que ella nunca olvidara aquella tarde. Lo recordó con aprecio, con cariño, se dijo "él es especial, me hace reír, desesperar, pero nunca llorar, me hace sentir cómoda aún en lo eternos silencios...me hace vibrar el estomago. Somos buenos amigos y me alegra que lo seamos, me gusta saber que podemos contar el uno con el otro aunque nos veamos poco." Sonrío, se mordió el labio inferior mientras recordaba aquel beso que él  le había robado aquella tarde,  mientras ella le enseñaba un pequeño lunar que tiene debajo del labio; a pesar de todo, aquel beso era inolvidable, le habían robado  besos pero ninguno como aquel, como aquel beso con el que aún solía soñar, sentir...recordar tan vívidamente.
Se preguntó "¿Es posible que ciertos besos, de verdad nunca se olviden?" Le hubiese gustado compartir esa pregunta con alguien más, tal vez con él. Le dio otro trago a su café helado deseando que alguien llegará a robarle un beso, un beso como aquel, un beso, dijo "de esos, de los que nunca se olvidan", aún más, deseando que él, su amigo llegara y le robara  otro beso que fuera aún mejor, que en combinación con aquel le hiciera encontrar magia en cada recuerdo; suspiro, clavo sus ojos en la portada de su libro y dijo en voz tenue, suave, casi muerta "quiero volver a besarlo, pero que va,  los amigos no se besan  así...".

El grafógrafo [Salvador Elizondo]

"Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo."

El grafógrafo.

Salvador Elizondo.