lunes, 6 de mayo de 2013

Besos que nunca se olvidan.

Vanesa  bebía café helado en su cafetería preferida, más que una cafetería aquel lugar era un centro cultural, de sus paredes colgaban cuadros de artistas locales, había una sala para proyectar películas y la música de fondo siempre era un orgasmo auditivo, la comodidad de aquel lugar era incomparable, sillas, sofás, alfombras con cojines, aquella cafetería era el lugar perfecto donde Vanesa podía escapar del mundo, de sus problemas, de sus tristezas, donde entregarse a la lectura era aún más placentero. Vanesa bebía de su café helado mientras hacia recuento, pensaba en todos los momentos agradables que había pasado en aquel lugar, las personas con las que había interactuado en esos sofás, en esa alfombra con cojines, vio rostros con los que sonreír siempre era un placer, miradas coquetas, manos inquietas y se dijo a si misma "es momento de dejar  este lugar sólo para mi, como cuando llegue, sola. Es un hecho, no volveré a este lugar acompañada, porque ya tengo los mejores recuerdos en este lugar con las personas con las que mejor pude haber pasado el tiempo, amigos, amigas, algunos ellos. Es preciso dejar el lugar como esta, para  recordar así, como lo hago ya."
Regresó a su lectura, tenía en sus manos a un Kundera y leyó: "No es la necesidad, sino casualidad, la que está llena de encantos."; y entonces lo recordó, a él.
Él había estado con ella en aquella cafetería hace ya mucho tiempo, había estado con ella en sólo una ocasión, pero esa ocasión basto para que ella nunca olvidara aquella tarde. Lo recordó con aprecio, con cariño, se dijo "él es especial, me hace reír, desesperar, pero nunca llorar, me hace sentir cómoda aún en lo eternos silencios...me hace vibrar el estomago. Somos buenos amigos y me alegra que lo seamos, me gusta saber que podemos contar el uno con el otro aunque nos veamos poco." Sonrío, se mordió el labio inferior mientras recordaba aquel beso que él  le había robado aquella tarde,  mientras ella le enseñaba un pequeño lunar que tiene debajo del labio; a pesar de todo, aquel beso era inolvidable, le habían robado  besos pero ninguno como aquel, como aquel beso con el que aún solía soñar, sentir...recordar tan vívidamente.
Se preguntó "¿Es posible que ciertos besos, de verdad nunca se olviden?" Le hubiese gustado compartir esa pregunta con alguien más, tal vez con él. Le dio otro trago a su café helado deseando que alguien llegará a robarle un beso, un beso como aquel, un beso, dijo "de esos, de los que nunca se olvidan", aún más, deseando que él, su amigo llegara y le robara  otro beso que fuera aún mejor, que en combinación con aquel le hiciera encontrar magia en cada recuerdo; suspiro, clavo sus ojos en la portada de su libro y dijo en voz tenue, suave, casi muerta "quiero volver a besarlo, pero que va,  los amigos no se besan  así...".

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El grafógrafo [Salvador Elizondo]

"Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo."

El grafógrafo.

Salvador Elizondo.