lunes, 31 de octubre de 2016

La cereza

Estaba allí, en medio de la tarta, una sencilla cereza, roja, en silencio, quieta como un amante esperando la embestida final. 
La veía y era como si aquel pequeño fruto rojo bañado en almíbar me invitara a comerla, me incitaba a tomarla por el pequeño rabo entintado ya por la conserva. 

El éxtasis invadía más y más mi cuerpo, era una sensación triste y alegre, punzante. Pero algo me detenía a ir por ella, a comer aquel manjar que seguramente fue el primer fruto prohibido, y no la manzana como nos cuenta la religión. Seguro fue este pequeño y suculento manjar el que nos arrojó del paraíso a esta mundo en decadencia. 

Estaba tan pequeño que no podía entender como es que acaparaba mi atención, el final estaba cerca, nadie más veía con tanta excitación aquel pequeño mundo, aquel sol de la tarta en donde giraban al rededor las demás frutas. 

La fascinación me bañaba, y entonces apareciste tú, con esa sonrisa inocente y sensual, con la intención misma de robarme aquel fruto sexual. Llegaste y con la decisión que no podría haber previsto acercaste tu brazo a aquella tarta, tus movimientos lentes se iban directo a mis pupilas y de ellas a mi estómago, donde dicen reinan las emociones. Sentía nacer una excitación aún mayor, sentía que algo dentro de mi estallaría si no hacía  mía aquella cereza, si no lograba detener tu misión, pero por un fragmento de segundo tus movimientos pasaron a ser rápidos y entonces la cogiste, sujetaste el rabillo ejerciendo presión entre tu dedo medio y el pulgar, el rabo de aquella galaxia rojiza moría entre la fuerza delicada de aquellos dedos. Entonces me viste.

Notaste como mis ojos estaban clavados ante esa escena microscópica, en aquel cuadro en el que una batalla sorda se llevaba  acabo entre la cereza y tus dedos, me viste anonada y podría jurar que la excitación, que  para ese entonces recorría mi cuerpo entero, emanaba de mis ojos cuál fuego. Tal vez fueron aquellas mejillas mías que se tornaban del mismo rojo intenso de aquella cereza las que hicieron animarte a hacerme la invitación, esa invitación que me excitaba aún más, haciendo descender los mares de mis entrañas, mojando el cachetero que aquella tarde de sábado había elegido utilizar. 

Me miraste directo a los ojos para romper mi embeleso hacia el fruto en almíbar. Me sonreíste con la intención inocente y sexual que un hombre como tú podría emitir, entre tímida e incitante, a medio diente pelón y con labios que morían en una comisura casi perfecta; me invitaste con un ven, que sólo pude leer en tus labios una vez muerta tu sonrisa. No había ruido, pues la pasión había enmudecido todo al rededor, para poder acrecentar mis latidos, el único sonido que importaba, el de la pasión, el de la excitación.

Acepté tu invitación y me acerqué, sin pensar ni un instante, como robot prediseñado a cumplir las ordenes de sonrisas como las tuyas, y allí estaba, apartándome de la tarta para chocar casi frente a tu pecho, para verte con esa mirada de hombre feroz. Me tomaste de la mano y me apartaste de la fiesta, me llevaste a un salón lejano, lejos del bullicio que sólo tú podías escuchar, puesto que apenas estabas siendo víctima de la excitación que a mi hacía ya minutos atrás me había aprisionado.

Cuando llegamos a la pieza, elevaste tu mano y allí estaba mi manjar deseado, la cereza, inerte entre tus dedos medio y pulgar, más bajos que los otros tres restantes; la elevaste aún más, más allá de mi boca, exhortándome a doblar la cabeza para atrás, dejando vulnerable mi cuello blanco y decorado por un par de lunares. 

La excitación volvió a bajar mis mares internos y una nueva ola salía mojando aún más mi prenda íntima. Bajaste de a poco la mano, tan lento para hacer crecer aún más mi deseo por aquella cereza culpable de este nuevo juego siniestro que apenas empezaba entre ambos, entonces la sentí en mi lengua, el pequeño fruto rojo medio húmedo por el almíbar tocaba sutilmente mi lengua, encendiendo mis papilas gustativas y un poco más. Cerré la boca para romper aquella delicia de su tronco, mientras tú tomabas con una mano mi glúteo, apretando y arrojándome a tus brazos.

Quitaste tu mano de la altura y mientras sentía la pequeña fruta roja morir entre mis dientes, besaste mi cuello, uniendo con tus labios los lunares pequeños que allí viven, sin soltar mis nalgas, sin apartarme de tu pecho encendido. 

La cereza bajo por mi garganta, y al sentir aquel moviente, con la experiencia que pensé no tendrías, dejaste caer el rabo de la cereza en el piso de aquel salón que era testigo del encuentro, y con esa misma mano tomaste mi cabeza y sin más, clavaste tu lengua en mi boca, tus labios expertos encendieron lo que aquella cereza había comenzado. 

Sentía crecer algo más que la propia excitación. Sentía cómo mis labios eran para ti lo que aquella cereza lo fue para mi. 
Mi  roja y palpitante legua estimulaban tu deseo como aquella fruta roja había hecho conmigo.
La excitación no paró, no cedió, y entonces tocaron a la puerta y nos movimos al armario, y entonces nadie entra, pero nadie sale del armario. 

jueves, 22 de septiembre de 2016

La grieta del siglo XXI

A estas alturas de la vida. uno ya anda simple y sin complicarse en cuestiones del corazón, porque uno ya apostó las habichuelas y se quedó sin ellas; mejor hubiera sido tirarlas, tal vez hubiese sido productivo y ahora fuera una especie de Jack. Porque bueno, de nada sirvió amar, más que sumarse a la lista de todos aquellos que siempre han pensado que no vale la pena apostar por los sentimientos.

Y nos los culpo, estamos en pleno siglo XXI y hay más cosas interesantes que hacer que ponerse de sentimentales y andar por el mundo sin un escudo, vulnerable ante todo. Mejor me pongo a andar en bici y a chiflarse a las mujeres que encuentre atractivas, las miraré y sólo eso haré, ya no las abordaré más, ya no preguntaré números telefónicos con la esperanza de encontrar a mi alma gemela, porque no tiene caso gastar en eso las habas que guardé para seguir en el juego de la vida, mejor las apuesto por mi mismo, como dicta el canón de este siglo, porque aunque muchos modernos vayan por el mundo con el estandarte de que estamos en una nueva era de cambios a autorealizarse en lo espirirual, lo cierto es que aún le rezamos a Dios dinero, aún vamos con miras a la realización laboral por el mejor puesto, porque no hay más.

Soy un hombre de 30 años que vive solo con su perro Pedro, y creo que él ha sido el único ser vivo en mucho tiempo del que podría estar seguro que emana el más puro y sincero sentimiento del amor. Ese pitbull me ama, y lo cierto es que yo a él, hasta creo que come mejor que yo, el condenado. Ya intenté darle compañía nueva a Pedro, pero la mujer salió corriendo cuando le dije que la amaba, que si íbamos en serio, a pesar de llevar ya más de 5 meses de relación, la cuál, creo que ella no había entendido, ahora que lo pienso, tal vez el error fue que ella nunca estableció bien que es lo que quería de mi, era la chica con el pensamiento pragmático del siglo XXI

Entiendo perfecto que la culpa no es del siglo en si, sino del ideal, de lo que hemos decidido creer de él. No culpo totalmente a mi generación ni a las venideras, tampoco la culpo a ella, la culpa es mía por salir de la recta vacua del sin sentimiento y querer agarrar la curva de lo emocional. 
Soy culpable por haber amado, lo acepto, pero si ahora he decidido erradicar de mi todo sentimiento, culpo parcialmente a esta sociedad infantil e irresponsable, porque han adoctrinado a mi generación a ir a un ritmo acelerado, un "tanto tengo tanto soy", que ahora el autoconocimiento, que incluye lo emocional parece en gran medida algo superfluo en las vidas.

Mejor me quedo sentado observando las pocas parejas que luchan en pro de una madurez emocional, mejor ser espectador que un participante herido. Porque no estamos preparados para tal misión, porque somos unos simples.

Declaro que desde este momento, yo, Diego Saldaña, a mis 30 años de edad, en pleno uso de mis facultades mentales, iré a un ritmo hiperacelerado, no apostaré por los sentimientos y sólo viviré de noche en noche, de cama vacía y mañana fría.

Ya lo dijo A. R. Orange «El amor consciente engendra amor consciente. Es raro entre los seremos humanos por varias razones, entre ellas, porque la gran mayoría son niños que quieren ser amados pero no amar.»

lunes, 25 de julio de 2016

Vale más una verdad brutal.

Lo cierto es que el pasado siempre tiene que quedar en el pasado, no remover las aguas turbias de un amor ya caducado, podrido y lleno de huecos. Pero también es verdad sabida que a los viejos amantes, a los melancólicos por convicción nos gusta regresar al lugar del desastre, al sitio en donde todo empezó y en donde todo termino. 

A nosotros, los melancólicos nos gusta batir el pasado para tocar la llaga del desamor. Entonces, como insecto a la luz vamos cegados hacia una respuesta que tal vez no debió llegar. Allí estamos cara cara con lo estropeado meses atrás, intentado dar solución a interrogantes que si las miras desde un futuro mejor, son preguntas tontas que sólo dañarán el alma, pero ya nada importa, porque ya estamos en el fango de nuestra propia desdicha, y de allí sólo se sale con la verdad.

Y entonces ocurre lo que jamás debe ocurrir, nos dan una  mentira piadosa para no hacernos sufrir, dicen ellos, los amores decadentes, que son mentiras para ayudarnos a salir del pozo que cavamos los melancólicos, pero la realidad es que no hay peor cosa que la mentira emitida por un viejo compañero de camino. 

La verdad siempre será lo mejor, aunque duela, porque en lugar de seguir enterrando la estaca de la traición en lo más profundo del corazón, nos ayudará a sacarla, a encontrar la paz y empezar de nuevo, porque vale más una verdad dolorosa que ayude a cicatrizar, vale más esa verdad cruel que una mentira que nos estará regalando el peor obsequio, ese que no debería existir, una patraña que nos da la vaga y lastimosa ilusión de que tal vez, sólo tal vez algún día se podría regresar al pasado, ser como en el pasado, cuando lo cierto es que para atrás ni siquiera para tomar impulso. 

Los melancólicos por convicción escribimos, lloramos, leemos y de cuando en cuando gritamos y rayamos la madre, porque también el dolor nos ayuda a entender que hay viejos amores que siempre tienen que quedar allí, porque son malos, funestos y si seguimos regresando a ese pasado nos arrastrarán a un cauce de aguas violentas, en donde los amores tóxicos se sienten cómodos, entre rocas y corrientes inestables, como sus propios corazones.

Así que con la fuerza que me queda, con todo ese coraje que me ha regalado tu intermitencia insoportable, desde aquí, esta melancólica por convicción habla en nombre de todos esos corazones que los han desquebrajado, todos esos melancólicos pisoteados por las mentiras del ayer;  hoy les digo a esos mentirosos cobardes: IROS A LA MIERDA. 



jueves, 26 de mayo de 2016

La tarde en que mi Moleskine secó mis lágrimas

Siento como el sudor recorre cada parte de mi cuerpo, lo siento nacer y morir como las lágrimas esta tarde infernal de Mayo. Mis ojos son dos presas que  liberan una inmensa cantidad de agua salada que pega mis pestañas maquilladas con un rimel que supuestamente era a prueba de agua. 

El calor de mi cuerpo aumenta con el desconsuelo, es tan incómoda esta sensación que decido dejar el llanto de lado para poder escapar de este lugar, de esta habitación que hoy la siento más como una prisión que como un refugio. 
Me dirijo al baño y me lavo la cara, siento la sensación fresca del agua del grifo tocar mi piel, siento como poco a poco cae el maquillaje para yacer en el desagüe, es tan purificante la sensación de mis pestañas livianas, sin el peso del rimel mezclado con las lágrimas. 

Cojo de la mesa de centro las llaves del auto. Salgo de mi casa con mi moleskine en mano, mi bolígrafo ultrafino y mi pequeño monedero rojo.  Quiero azotar la puerta, pero, ¿qué culpa tiene ella de esta sensación que me ahoga? ninguna. Subo al auto y lo pongo en marcha. Aumento el volumen del estéreo y la música apachurra cada vez más mi corazón. 

¿A cuál lugar se va cuando uno se siente así? Manejo, sólo manejo, entro a aquella plaza comercial y estaciono el auto. Me bajo con mi pequeño arsenal de cosas y me dirijo al local A-07. Entro en la pequeña cafetería y voy directo al mostrador: Un latte macchiato con extra de café. Me siento. Quiero seguir llorando pero estar en un lugar público me detiene, es lo que buscaba, dejar de llorar antes de que mi alma se secara por completo, antes de que aumentara el hueco de alma que él se había robado meses, muchos meses atrás. 

Doy un pequeño sorbo a mi café y abro mi moleskine en una página en blanco -desde pequeña amé escribir en hojas blancas- y comienzo a narrar la historia de los dos. Intento no llorar, pero las lágrimas pérfidas sucumben al dolor, se doblegan y emanan de mis ojos. Evito que rueden más allá de mis mejillas, tal vez lo que debí haber evitado con él, que no bajara más allá de mis mejillas, que no doliera en el corazón. 


Un puñado de páginas me sirven para narrar la noche en que lo conocí, nuestra segunda cita, nuestro primer baile. Los besos, las caricias, sus secretos que me duelen guardar -porque ahora sé que lo conozco tan bien que nadie podría superar eso-. La primera vez que sentí celos en toda mi vida, la vez en que me dijo te quiero, nuestro beso de despedida, el dolor en el pecho, el silencio, la ausencia y su regreso....Su insistencia, su forma de conquistarme nuevamente, su mano en mi mano como un gesto de "no me dejes", mi amor por él, mis ojos nuevamente enamorados, su mirada embelesada y  perdida en mis ojos, en mi rostro, su forma de besarme, mi forma de hablarle. 


En la libreta de pasta de negra cupo también aquella bella noche de viernes en que me abrió su corazón completamente, en la que me habló de la forma más sincera después de su regreso, después de la segunda oportunidad que le di. La emoción en sus palabras y sus actos, la manera en que me envolvió en ellos, la forma en que él me contagió  de entusiasmo acerca de esta nueva etapa que los dos viviríamos. 


Escribí sin parar, ignorando por completo mi latte macchiato con extra de café, sin darme cuenta que poco a poco la nata quedaba allí y la espuma desaparecía. Escribí de su nuevo adiós, de su necesidad de superar el pasado para que no siga jodiendo su presente, de su esperanzador futuro conmigo si es que todo salía bien.

Mi moleskine fue la primera en saber que yo lo entendía, que en verdad podía entender que necesitaba sanar y arrancar esos miedos y esas ataduras del pasado, que sabía perfectamente que si lo hacía era porque en esencia no es malo, pero todo ese rencor y todo ese temor, le hacían a veces actuar con malicia pueril, salvaguardando su corazón, pero destruyendo el ajeno. Mi moleskine bañada en la tinta de mi pluma ultrafina guarda eso, eso que probablemente no me atreva a decirle jamás, porque sin duda, por más que entienda, esto que me hace me duele, me lastima y me rompe. Y eso, eso no se perdona fácilmente. 

Cierro la moleskine  y tapo mi bolígrafo con la esperanza de que no me vuelva a buscar -o por lo menos es mi deseo actual, tal vez sea el arrebato del momento-, porque mi corazón roto no sé cuánto más pueda resistir, que si de por si la ausencia duele, nada mata más que la intermitencia. 


Seco aquella lágrima estólida que traicionera sale de lo más profundo de mi dolor, levanto la mirada y puedo ver a un sujeto mirando anonadado, fascinado, perdido completamente en mis manos y la moleskine. Me sonríe. Le regreso el gesto.
Cambio la mirada de dirección y veo aquel librero de pequeños huecos romboidales guardando un puñado de libros por descubrir, y miro más allá, por la ventana, la ciudad, el ocaso, y entonces entiendo que tengo el mundo para mi, que aunque hoy esté desecha, mañana todo estará bien. 


Salgo de la cafetería, me subo al auto y comienzo a manejar sin rumbo, con la ilusión de irme lejos, muy lejos de todo, tan lejos de él.

martes, 17 de mayo de 2016

Un 17 de Mayo nace la mejor hermana del mundo.

Un 17 de Mayo de hace varios ayeres, nace una de las mujeres más importantes de mi vida. 

Con cabello castaño oscuro y las icónicas cejas de los Carrillo, llega al mundo Nahoemi, mi hermana. Yo poco podría contarles de la hermosa infancia de mi hermana mayor, pero lo que sé es que gracias a ella tuve una infancia rica y bella. 

Fue a ella a quién le robé mi primer maquillaje real, y estoy segura que su primer pensamiento fue de enojo pero guardó todo reproche por una sonrisa cuando miró mis labios mal pintados. Pero cuando  se dio cuenta del desastre en su tocador, entonces sí, fue hermana mayor y me regañó.

A ella le debo mi educación musical, porque a luchas constantes de gritos de -"bájale a tu música"- y mi réplica de -"mejor bájale tú"-, me enamoré de músicos talentosos, que hoy forman parte de la galería del rock y grunge que vale la pena. 
A ti, hermana, gracias, por formarme bien en el ámbito musical. 

Fue hombro y apoyo para mamá, y también para mi y mi hermano. Nos enseñó el valor de enfrentar los problemas sin importar la magnitud de ellos: como aquella carta, como aquella llamada. Fue una tarde llena de valentía, hermana, gracias por ello. 

La moda hoy día es el retorno de los noventa, y para las mujeres de mi edad es apenas apostar por los noventa, pero gracias a ella desde los 90's yo vestí de los 90's, porque como hermana menor era  mi deber entrometerme con la ropa y zapatos de ella, y en mi infancia utilicé mis primeras plataformas, mis primeras gargantillas de plástico, mis primeros cuarsos. Evidentemente sin que estuviera ella presente (lo siento hermana, pero me entrometía en tu armario). 


Ella ha sido una mujer muy fuerte y decidida. 
Hermana, nunca fuiste el patito feo, porque desde que tengo memoria eres, junto a mamá, una de las mujeres más hermosas de mi mundo. Fuiste el primer amor de mi primer amor (que gracioso). Fuiste el primer amor de varios, y no te entregaste a cualquier postor, fuiste firme con tu deseo de encontrar al hombre perfecto y adecuado a ti, y hermana, lo lograste, hoy vives hombro con hombro con el mejor cuñado, con el mejor hombre que la vida tenía reservado para ti. 
Gracias, porque me enseñaste que con paciencia todo se puede, incluso encontrar el amor verdadero. 


Hoy tienes junto a ti el mejor regalo, eres madre de un hermoso niño que irradia luz apenas entra en la habitación. Eres más fuerte que nunca, eres más bella que años atrás, eres más de lo que tal  vez pudiste creer, porque, hermana, para mi siempre serás mi primer ejemplo, y aunque kilómetros y kilómetros de diferencias nos separan -bien lo sabrá mamá-, en verdad, eres mi ejemplo para tantas cosas en la vida.


Y después de tantos cumpleaños juntas, hoy es el primer 17 de Mayo que paso lejos de ti, y eso me hace estar más nostálgica, porque hemos compartido tanto, que me pesa en verdad no poder abrazarte el mero día de tu cumpleaños (tal vez por eso el fin de semana no dejé de abrazarte). 

Hermana, feliz día, felices 32. Que la vida te sonría hoy y siempre, así como tú siempre me sonríes, así como tú siempre me alientas. 

Te amo, y gracias por todo.

Con todo el amor del mundo, tu hermanita, Ana Rivera. 

martes, 26 de abril de 2016

No era una calienta huevos.

Ya se habían ido todos mis amigos, pero yo seguía allí, esperando a  que llegara, sin saber que llegaría, pero esperando, seguro por una pinche corazonada, de esas que no te explicas pero están allí. Yo no sé porque  se había ido mí mejor amigo, pero seguro si la hubiera visto se quedaba como yo, viéndola con esa prenda interior usándola como blusa, así como no queriendo coquetear pero con las tetas por fuera con su lencería color negro, y mi mejor amigo ya sabe como me pone ver una mamacita con encaje, y luego, si la hubiera visto con sus labios bien pintados, así como un rojo bien profundo, de esos que te dicen “bésame, muérdeme”.

Ni para que se las hago larga, pero es que si hubieran estado esa noche conmigo, seguro se la hubieran comido igual. 
Pues total, que yo estaba en la barra, con mi trago a medio acabar, con las pinches ganas de ya irme y dejar de escuchar a ese Dj chafa, por el que me cobraron 50 pesos al entrar, maldito bar de mala muerte con tachas en los baños, hasta creen que yo les iba a comprar esas mierdas de drogas que han de estar más ordeñadas que una vaca.


Allí estaba, ya por irme, ya cansado y harto de esperar sin saber qué es lo que esperaba, y que la veo subir, con su pantaloncito negro bien ajustado a las nalgas, unos tacones y sus tetas bien saliditas del escote de su ropa interior que usaba de blusa. La vi pasar frente a mí, y ella ni me vio, dije “pues, ya qué”, pero sabe porque maldita razón decidí quedarme, yo creo que por masoquistas.

“Pues si me va a rechazar que por lo menos me vea”, me dije, y  me quedé bien puesto en la barra. En eso que volteo un poco como a mis 9 y que la veo a ella,  también en la barra, con dos pinches vatos, bien vestiditos, más fresitas que mi mejor amigo y yo,  y con otra mujer, guapa también, pero muy delgada para mis gustos, ya saben, a mí me gustan así, piernuditas, que tengan de dónde agarrar, con sus cintura marcadita pero con carnita.

La vi parada frente a uno de sus amigos, bien puesta en la barra con un caballito de no sé qué cosa, tequila seguramente, porque traían limones para chuparlos después del trago. Ni les cuento cuando chupó el limón, juro que sentí como me cosquilleaba aquello, una punzadita y dije “la tengo que conocer”.

Le di un traguito a mi vaso casi vacío y me entraron unas ganas de voltear a verla, y pues ya saben cómo es uno de pendejo que no quita la mirada de unos labios bien rojitos. Entonces  le clavé la mirada, y que bajo y le veo las tetas, así bien paraditas enmarcadas por un encaje muy finito, y que me quedo allí viendo, y sabe porque razón subí  la mirada, algo me estaba diciendo que ya le quitara los ojos de encima, y pues total, que la subo y allí estaba elle viéndome y riendo de mi pendejada de verle las chichis, pero viéndome, y la verdad es que me puse feliz,  porque  eso quería, que me viera por lo menos, aunque me rechazara.

Total, que la veo directito a sus ojotes y que me sonríe la muy cabrona, pero de esas sonrisas coquetas que te dicen “ven, quiero cogerte”. Y saben, uno pues ya borracho es un pendejo, y que le hago así con la mano de ven, y que se vuelve a reír, pero luego luego me dice con su boquita y sus ojitos que yo vaya  a donde ella. Pues sí quería, la neta de eso pedía mi limosna, ya la había sabroseado desde que llegó, pero que me da sabe qué porque estaba con esos dos amigos suyos, riendo y bebiendo como si ni siquiera me estuviera coqueteando.

Me vuelve a  sonreír, y  le vuelvo a decir que venga, y que me hace la misma, me insiste que vaya.  Entonces, ya entonado, me empiné el trago, y que volteo y que ya no me está viendo, esta risa y risa con esos vatos. Y ni sé de donde, verdad, el alcohol seguramente, pero que saco valor y que voy, me pongo bien plantado frente a ella, y me mira como diciendo “ahora que vas a hacer, no que muy machito” y que sus amigos voltean y pues que me entra la de “mejor que digan aquí corrió que aquí quedó”.

Ya me sentía fracasado, y que abro la boca, ni idea de donde salió esa voz, pero que digo, “¿disculpen, viene con alguno de ustedes?”, el más educado, ahora resulta que me dio por ser un refinado caballero, puro miedo pues qué. Y pues nada, que uno de ellos me ve con cara de “pinche estúpido, tú qué, mejor vete” y me dice bien clarito, “sí”, y  todos se le quedan viendo, y el otro, más alivianado, la toma del brazo y me la avienta, juro por esta, así como regalándomela, en bandeja de plata, y me dice “no”, y que la agarro de la cintura y la alejo de eso pinche circo.

Me le quedo viendo sus labios rojitos, así carnocitos, que estaban esbozando una sonrisa y pues así nomas que le digo “quiero besarte”, y pensé que ya la había regado, que era un bruto directo, que por lo menos le hubiera dicho mi nombre o qué se yo, y pues nada, ya me sentía derrotado, pero en eso la bonita me dice “yo también”, y  me saqué de onda, la verdad, no me la esperaba. En eso sentí su mano en mí nunca y que me planta un besotes de esos, con lengua de uff, neta de esas morras debería haber más, que muevan la lengua;  y pues ya entrados que la aviento a la pared en el lado oscuro del antro ese, la arrincono y me la beso más cachondo.

Allí estábamos, bien entrados, bien  pinches calientes, me mentía la lengua tan sabroso, que les  daría envidia,  y en eso que me muerde el labio, la muy cabrona me sacó de pedo,  “que chingados”, y que me separo, pero la veo con sus ojitos de niña juguetona, y dije “de aquí soy”, y que la aviento más a la pared, me dije “te gusta rudo, pues toma culera”, y pues que la muerdo también, así, fuertecito para dejarle un cardenal.

 Ya sabrán, con todo esa escena, sentía crecer aquello. Me la quería llevar ya para otro lado, ya la tenía bien caliente también, porque le agarre así como que no queriendo la cosa una teta,  y pues no reclamó ni nada. Y ya estaba por decirle, y que se separa, frena en seco, de la nada, y que se da la vuelta y se va para donde sus amigos. “Que chingados, ni madres”  me dije, y que la tomo de la mano, la volteo, la beso, me besa, pero se separa. A chinga, me sonríe bien coqueta pero dice adiós con esa boca ya casi sin labial. Y pues ni modo que la forzara, pues claro que la dejé ir.

No tienen ni idea de que tan pinche caliente me dejo, ya la tenía casi parada, ya sabrán,  y pues mejor me fui por un trago,  todo derrotado, pinche vieja calienta huevos, me iba diciendo, ¿Por qué me deja agarrarle la teta?, que chingue su madre. Pero llegué a la barra y seguía prendado de sus besos, es que no se pueden imaginar la forma en que me besó, eran señores besos, no cualquier simpleza  de niña modosita. Pero pues ya que, ya me había calentado todo y me había dejado así.

Me bebí el trago ya para irme a la casa, todo resignado. Ya estaba por las escaleras, y sabe porqué, pero un impulso me hizo regresar, y es que la calienta huevos neta estaba así como me encantan, y pues allí estaba frente a su grupo de amigos nuevamente, y por pura estupidez le dije “ya me voy”, claro que se quedó  viendo con cara de “pinche pendejo, eso qué”, y pues la neta yo también hubiera pensado lo mismo, pero te digo que me traía bien volado y caliente, y que me dice “Adiós”, pues qué más sino.  

Vuelvo a tomar el pinche valor cavernícola y que la arrincono nuevamente, me la beso una vez más, y le digo al oído “¿me pasas tu número?”, porque pues después de todo eso, pensaba que ya la tenía bien trabajada, y ya casi sacando mi celular para que lo apuntara que me dice “No”, así nomas, bien pinche seca la muy hija de la chingada, y que me saca de pedo, que se separa de mí y me aleja con las manos, me dice “ya te ibas”. Ya me conocen, y por más que me tuviera bien caliente y que me fascinara la mujer, pues ni madres que le iba a rogar. Nomas nos reímos, me dio la espalda y allí se quedó, con el culo bien marcado en  su pantalón.  

Y pues ya qué, me tuve que regresar, con las ganas quemando mí cuerpo, bien pinche caliente. ¡Ay!, es que si les hubiera tocado a ustedes, si le decían algo por calienta huevos, pero la neta es que estaba tan bonita, tan sabe cómo, que la entiendo.

Ahora que lo pienso, no era una calienta huevos, yo fui un estúpido, por emocionarme, al final nunca me prometió nada, ni sexo casual ni nada, solamente nos dijimos “te quiero besar” y eso, hermanos, de ley, que lo hicimos, y lo hicimos muy bien.


jueves, 31 de marzo de 2016

Manifiesto para primavera.

Lo intenté, fui de carne y hueso, demostré más amor y a cambio recibí más dolor.

Entonces, pedí que me despertaran en verano, ya que esté cicatrizado todo recuerdo, toda desdicha; pero mientras eso pasa, mientras aguardo en esta estación, seré lujuria, seré diversión, seré pecado, y entonces sólo así seré de piedra.

Voy a ser la "perra" que nadie va a querer soltar, pero que volará con el aire, tan etérea que se alejará de todo sentimiento, de todos. 

No seré de cristal, no estaré para vos... ni para nadie más. 



lunes, 14 de marzo de 2016

No es una psicosis colectiva, es una violencia de género real.

Antes de empezar, quiero aclarar algo a la Fiscalía General del Estado de Jalisco y al Señor Enrique Alfaro: No soy una persona con un perfil falso, tengo un nombre real más allá de "Extranjera en el 8-C", respondo, en el mundo real, como Ana Rivera, ciudadana mexicana, con residencia en Zapopan, Jalisco.

Lo siguiente no es ficción.
Dicho lo anterior, comenzaré mi narrativa.

Hay fechas que no olvidas, para mi fue aquella noche del 23 de Diciembre de 2015, las 9:00 p.m. a media calle de mi hogar, la hora usual en la que solía regresar del trabajo, a media cuadra del lugar más seguro para mi. 
Fue la noche en la que el pensamiento más vil, machista y retrógrada ha invadido mi vida, fue la noche en la que me recriminé idiotamente el utilizar falda y botas altas, por usar por la calle ropa "provocativa", dirían las personas que culpan a las mujeres que son violentadas y vejadas, de la agresión sufrida. Que tontería, ¿no? El ser la víctima y aún así culparte de ello.
Fue la noche en la que el instinto me hizo correr al primer sitio con luz y abierto al público. Correr al ver que un sujeto que bajaba a toda prisa, de una camioneta que me alcanzó en el camino, me quería llevar consigo, un sujeto que me dijo "sube", fue la noche en la que temblaba como un pequeño cachorro, fue la noche en la que a media cuadra de mi casa me sentí tan vulnerable que tuve que llamar para que fueran por mi, porque me era imposible caminar media cuadra yo sola para poder sentirme al fin a salvo.
La noche en la que un lugar de venta de alcohol me salvo de ser una mujer que engrosaría la lista de desaparecidas, para que el 8 de Febrero del año en curso, el gobierno del Estado de Jalisco emitiera la alerta de género.
Yo estoy bien, pero me indigna, me enoja sobre manera leer los comunicados -indiferentes- de la Fiscalía General del Estado de Jalisco, de Alfaro, de todos aquellos que dicen que todos estos perfiles de mujeres que se han salvado de ser una desaparecida más, todos estos testimonios sólo son guerras mediáticas para alimentar la psicosis colectiva.

Yo sé que no todo hay que creerlo, y sé que en el mundo hay muchos bandos, pero sé también que los testimonios son reales -yo era de esas mujeres que aunque creía que esto pasaba, no creía que me pudiera pasar a mi-, sé que hacer caso omiso de ellos es colaborar con la violencia, con la indiferencia, que tristemente, a pesar de tener una alerta de género, el gobierno mantiene.
Yo esperé cerca de 20 minutos a que acudiera mi familiar por mi, y en todo ese tiempo ninguna patrulla pasó. Quería creer que como esto me sucedió en Diciembre de 2015, antes de que se emitiera la alerta de género, fue el motivo de que no existieran medidas para erradicar la violencia a las mujeres, de que no pasara ninguna patrulla, vaya, pero me entristece leer los testimonios de aquellas mujeres a las que le ha pasado y que tampoco han podido ver alguna mejora en el sistema.
Por mi parte, estoy bien, me cuido, y no me recrimino más el usar falda o short, de vestir blusas sin mangas o no usar chamarra, de usar tacones, porque nada, absolutamente nada justifica la agresión. Llevo siempre el celular con crédito y hace tiempo que bajé la aplicación "el botón de pánico" de la FGE (que en verdad espero sirva de algo).
Amigas, amigos, cuidémonos, y si el gobierno dice que todo es farsa, que todo es para crear psicosis, entonces hagamos lo mismo con ellos, seamos indiferentes a sus "comunicados" que no son más que publicaciones en redes sociales -merecemos, por lo menos, un comunicado como es debido, en regla, en forma, porque esto que se vive en el Estado no es para nada una broma pueril- y cuidémonos a nosotros mismos, entre nosotros.
Amigos, cuidemos a nuestras mujeres. Amigas, cuídense, y si creen que que están en peligro, no lo piensen dos veces, corran y pidan auxilio.

Ana Rivera.

viernes, 12 de febrero de 2016

Te llamaré Viernes.

Llegaste un viernes por la noche  y de igual forma me dejaste ir, un jodido viernes por la noche. 

Desde ahora te llamaré Viernes. 

Así, si alguien alguna vez me pregunta por ti, que no se sorprenda si digo "Viernes se ha ido". 

Por tanto, tú serás Viernes,  y con un poco de suerte,  yo me llamaré también Viernes.
Y si contamos con más suerte, espero que pase como alguna vez lo leí en Internet,  ojalá al Viernes se le caiga la puta r.


Fuente: Tumblr. Anónimo. 


Ya me lo había dicho hace un año Almudena Grandes,  como presagio de la vida, cuando me hipnotizó su libro intitulado "Te llamaré Viernes" -que espero algún día puedas leerlo-, que cosas buenas pueden pasar en viernes, pero que hay historias en viernes que también logran quebrar un corazón.

viernes, 29 de enero de 2016

Adiós.

Son estas malditas ganas de llorar las que ahora me arrojan a tus brazos, mi fiel compañera, escritura. Esta estúpida necedad mía de sentir que mis sentimientos no se ahogan en mi pecho. 

Intento no llorar porque adoro el maquillaje que elaboré en cuestión de minutos, hacer un smokey eye color rojo en el párpado inferior no es tarea sencilla, me sentiría peor si arruinara el color por tu culpa, no, mejor dicho, por mi imbécil ingenuidad. 

De pequeña me enseñaron a ser fuerte e independiente, sin saberlo, mi madre no educó una princesa más, aunque hoy lo lamenta, en parte, porque nadie le dijo que sería difícil tener en casa a una mujer que no cree en los cuentos de hadas ni en finales felices, que sabe que el príncipe azul no es más que su propia cuenta en el banco para poder lograr sus sueños, su independencia, su libertad. 

Crecí entendiendo que la vida son dos días, y que por ende, hay que hacer lo que uno quiere, ame, lo que más desee, porque no tenemos garantizado el día de mañana, así que más vale salir a volar que quedarse sentado esperando al amor, el hombre ideal. 

No culpo a nadie, sólo a mi, porque violé mis propias reglas del juego, porque quité esa armadura y quedé desnuda, expuesta, vulnerable. Soy yo la que tiene toda responsabilidad de este llanto ahogado que hoy acongoja mi alma. Soy yo la que hoy dice adiós.

No diré que no quise algo lindo con vos, en verdad lo intenté, y quién  más me conoce sabrá que no miento, que lo intenté más que nunca, más que con ningún otro hombre. A mi pregunta ¿por qué me gustas tú?, no lo sé, simplemente llegaste y te instalaste, y antes de darme cuenta me miraste a los ojos y me dijiste lo que tal vez nunca debiste haberme dicho, lo que probablemente no estabas seguro de ofrecer, y entonces te creí. 

No sé si me mentiste o simplemente fue el momento, la velada, los besos, pero allí estaba, y no te culpo, porque yo debí pronosticar la tormenta, porque nunca debí bajar la guardia. La única tonta y culpable de todo soy yo, ya que no en vano tenía definida mi propia estrategia de juego, de ese nada complicado "Hola y adiós" que tantos años me había sido fiel. 

En fin, alguien sabio me dijo una noche: "Tú sabrás cuando es momento de dejarlo ir, de no seguir intentando llegar a su corazón, no hay tiempo definido para eso, simplemente un día lo sabrás."
Hoy lo supe. 

Así que desde aquí te digo adiós, porque no tengo el valor de hacerlo de otra forma, esta es la manera en la que me he enseñado a afrontar mis temores, como el de hoy, el del saber que hoy me rindo, hoy te dejo y hoy me pierdes, sí, así, tú me pierdes,  porque yo no podría perderte, y es que nunca te tuve, no cómo tú me tuviste a mi. 

Te digo adiós y gracias, porque fue divertido, porque me recordaste el motivo y la importancia de mis propias reglas. 

Volaré hacia otro rumbo, y no es porque no me importes, porque ya me importas, y no es porque no me gustes, porque me encantas, pero te digo adiós porque me amo y es momento de rescatar mi dignidad. 

El grafógrafo [Salvador Elizondo]

"Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo."

El grafógrafo.

Salvador Elizondo.