Necesitaba escribirte, de alguna u otra forma decir todo de la única forma valiente que tengo, a letras, a palabras, a cartas.
¿Seré cuestionada por escribirte, por apenas afrontar la realidad y hoy, a casi 5 meses de tu fallecimiento dedicarte lo que siempre he sabido hacer, lo que nunca te hice llegar en vida, lo que últimamente me motiva, esto, una carta? Tal vez es más mi forma de liberar algunas cosas, miedos e incertidumbres. Tal vez, sí, esto sea sólo por y para mi. Y es que últimamente has estado tan constante en mi pensamiento, aún no sé porque, creo que por fin entendí que tu partida, en esta ocasión, es eterna.
Nunca supe como comunicarme contigo, como decirte que te amaba a pesar de todo, que no importaba nada, que me hubiese gustado que vieras en mi a esa niña pequeña que necesitaba palabras de aliento, de amor, que me hicieras ver que era bella, gordita, cachetoncita pero bella, esas palabras nadie podrá compensarlas, nadie. No puedo explicar cuanta falta me hicieron al crecer, al mirarme al espejo; siempre pensé que era el patito feo de papá, cuanto daño me hizo esa suposición, tanto que a veces vuelve a mi. No te culpo, no se enseña a ser padre.
Pero antes de seguir, quiero decir que te escribo desde la tranquilidad de mi alma, no con rencores, no por fastidiar a aquella mujer que, nunca lo dudé, amaste mucho, a tu manera y que por ella renunciaste a todo. Lo hago para decirte que soy feliz, a mi manera, pero no como tú siempre lo dijiste: "al final uno siempre se queda solo". Yo aquí estoy feliz, aunque no entiendo porque repetidamente te obstinabas en hacernos ver que la vida te deja solo, porque miro a mi al rededor y yo no estoy sola, tengo a gente que me ama, y esa gente tampoco esta sola, porque por lo menos, y aunque no sea mucho, me tienen a mi, estoy allí para ellos, aunque sea sólo en palabras de aliento, pequeñas acciones, abrazos, besos o en silencios con la mano en el hombro, estamos así, y eso, papá, eso es para mi felicidad, es amor, es saber que no estamos solos del todo.
Soy feliz, aunque este un poco rota, sea un tanto melancólica (pero bueno, la melancolía es mi estado natural, tal vez por eso disfruto tanto el arte de escribir), y hoy, inexplicablemente me siento más feliz, llena de vida, energía y amor propio.
Me levanté de la cama con la firme idea de que nadie me haría sentir mal, ni nada me haría amargar.
Besé y abracé a la mujer más fascinante del mundo, más bella, la mujer que más amo y que nunca dejaré de hacerlo, le dije "Te amo, mamá". Es tan bello ese amor correspondido, es tan hermoso sentir que alguien conozca a la perfección tus virtudes y defectos, y a pesar de todo te ame incondicionalmente, no hay amor como el de una madre, bien lo sabrás tú.
Así como amo a mamá, también amo a sus otros dos hijos, tus otros dos hijos, mis hermanos, que tanto han estado para mi, ayudándome, defendiéndome, armándome, a veces en silencio, a veces en peleas, en múltiples ocasiones en abrazos, y, como el día en que te dejamos en tu hogar eterno, en una conjunción perfecta que nos hizo ser uno mismo, de la forma más triste y hermosa que nos hemos amado.
Padre, ¿sabes? existe una única cosa que podría haberte reprochado, pero por cobardía, por miedo a que dejaras de amarme, que me prohibieras las visitas o simplemente te enojaras, nunca lo hice, y es que, papá, ¿por qué no luchaste por nosotros? ¿por qué si mamá nunca te hizo renunciar a nosotros, si hasta incluso te suplicaba que lucharas por nosotros, por estar para nosotros, tú nunca lo hiciste? Pero no tiene caso volver a preguntarme eso, al final, por mi estólida cortedad nunca sabré la respuesta.
Hoy tengo tanto amor dentro de mi, tanta felicidad, que me acongoja sólo una cosa, la única cosa que hoy me aferra a mi incesante nostalgia, y es que nunca te dije lo mucho que te amaba -amo-, y aún guardo muy bien en la memoria el último día en que te vi, en que te besé y abracé y por estúpida, por miedo, no te dije "te amo, papá, siempre lo he hecho, aunque las palabras no me salgan, aunque no lo diga en cada momento, yo te amo, papi".
Que devastadoras pueden ser las palabras no pronunciadas, por eso hoy necesitaba ese abrazo (que le agradezco sinceramente a quien me lo ha dado), pero más que nada, tal vez por eso hoy este escribiendo esta carta, que aunque tenga destinatario, sé perfectamente, no llegará a su destino, nada podría hacerlo, nada de lo que he dicho podría llegarte a ti, papá.
¿Cuán afligida puede estar una persona que se encuentra sumida en la felicidad espontánea como para escribirle al recuerdo de un fallecido? No sé la respuesta, pero aquí estoy yo, como prueba irrefutable de que es posible.
Te amo, aunque ya no sirva de nada decirlo, te amo.
Con amor, tu pequeña hija, Ana, tu "gordis".
P.D. Aún con tu ausencia en mi vida, a pesar de todo, me enseñaste una de las más grandes lecciones de mi vida: nadie estará tanto para mí, como yo misma.