Después de todo siempre fui honesta (siempre lo he sido, y siempre lo seré) y le dije al mundo lo que tú eras -eres- para mi, esa dosis de necesidad inventada, de no tener la razón del porqué mi cuerpo te necesitaba -necesita-, que eras eso que me hacía -hace- temblar con el simple mencionar tu nombre, que me empapa la memoria y algo más el hecho de recordar tu mano en mi mano, tu piel entintada.
No puedo negar que me hace sentir débil y vulnerable el no poder dejar de recordarte, de no poder dejar de sentir que esta puta necesidad me invade cada que intento no pensarte, que me agobia saber que soy una jodida adicta de tus besos, tus manos, tu presencia, tu risa, tus palabras, del lunar de tu mejilla, tus lecturas bizarras y sobre todo de la forma en que me amabas, dañina y sensible, cruel y apasionada, pero al final, era amor.
¿Cómo olvidar todo lo que fue, fuimos? A veces siento que sería más fácil si existiera algo así como el "Alcohólicos Anónimos", "Jugadores Anónimos" o "Glotones Anónimos", un grupo de apoyo para dejar la adicción a las personas, que es tan devastadora y lacerante como cualquier otra adicción, que existieran reuniones donde los demás contaran su historia y el cómo han logrado alejar esa necesidad, y entender que no estoy sola, que allá afuera hay tantos como yo queriendo dejar de lado esta etapa atroz, siendo valientes y enfrentándose a la realidad.
Pero siempre termino con la misma conclusión, dejar esta necesidad injustificada sería aún más sencillo si tú dejaras de coquetear cual muerte en el pabellón de los suicidas, si tú, droga mía, dejaras de insistir y te fueras por completo, para que seas sólo un mero recuerdo que viva ahogado, callado y olvidado, y si en algún momento mi cuerpo o mente te necesite no dispares endorfinas.
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