Estoy asustada...el terror nace nuevamente desde las entrañas de mi ser. No quiero caer en ese pozo sin fin donde la única salida que logras ver es el final de tu propia existencia.
Esta primer mitad del año ha sido un poco mierda, por ser positiva y no decir que ha sido todo un desastre. Febrero llegó con huracanes implacables. Para mantenerme "cuerda" mis neurotransmisores hicieron clic nuevamente y me llevaron a ese estado que tanto he extrañado, donde el poder y la confianza es todo lo que emana tu ser, cuando por fin te sientes que puedes contra todo y contra el tiempo, no hay días que desperdiciar ni proyectos que abandonar, vives haciendo lo mejor de ti, dándolo todo, porque el mundo te queda pequeño, por fin sientes la sonrisa y la diversión que envuelve todo y nada malo pasa. Pero de pronto, cuando estás en la cima del huracán y el viento cesa, comienzas a caer, y caer, y caer. Tocas piso desde lo más alto, la caída siempre duele, te quiebra, y sientes como a poco a poco cada una de tus extremidades se aflojan, se van separando de tu cuerpo y ya no eres un conjunto, hay pedazos de ti por todo el suelo, y quieres armar tu rompecabezas, lloras en la oscuridad de tu habitación creyendo que las lágrimas serán pegamento e imán y que de apoco te irás reconstruyendo nuevamente, y que un día lograrás ver de nuevo ese huracán que tan bien se siente estar en él. Pero hay veces que no llega, que pegarte los pedazos de ti no ha resultado, y lo único que tienes es la sonrisa fingida para los que te aman, para darles la tranquilidad de que tú estás en calma, que el viento no te doblegó. Porque ellos nunca se dieron cuenta que estuviste elevada, porque en ese estado todos se encuentran sorprendidos pero agradecidos de ver que eres nuevamente "tú", esa mujer implacable que podía lograr todo aquello que se proponía, ven la energía y la confianza y se alegran ante ella, pero tampoco han visto la caída, porque sólo tú la sentiste, la viviste, y no quieres preocuparles. Lo único que está en tu mente es darles paz a ellos, dejarles vivir sin preocupación, sin miedo a las navajas, a las pastillas o a las cuerdas. Porque en lo único que piensas es que no quieres volver a ser una carga, carga emocional, física y económica. Intentas levantarte todos los días con las pocas ganas que te quedan para darte fuerza y asegurarte a ti misma que esto se irá pronto, que la vida continuará y que pronto llegará el viento, ese viento que te eleva al infinito, donde todo es posible, donde vuelves a ser "ella", la mujer que tuvo éxitos, seguridad, coqueteo, independencia, ser la hija perfecta, la hermana perfecta, la pareja perfecta que él siempre soñó y que por un instante la tuvo. Tuvo la dicha de sentirla y vivirla, de verla crecer y sentirse orgulloso de ella, de ser la pareja de ella. Así que cada día, con las pocas fuerzas que te quedan lo intentas, lo intentas y lo vuelves a intentar, hasta que un día todo tu cuerpo se desprende por completo, la sonrisa fingida comienza a desvanecerse y la piel se empalidece y la ansiedad va reinando y las crisis aumentan y son cada más implacables, te das cuentas de que ya no puedes, que necesitas ayuda, que te da miedo entrar en la oscuridad perpetua y no alcanzar a ver nada de luz, y allí, cuando la desesperanza te dobla, es justamente allí donde comienzan a ver que a has caído, nuevamente, y que comenzará la batalla contra las tinieblas, y el miedo ahora comienza a apoderarse de ellos, la intranquilidad de dejarte sola no los deja dormir noches completas, tus desvelos son sus desvelos, tu cansancio ahora también es cansancio de ellos, tu impotencia se impregna en ellos, y ahora tú ves el huracán que comienza a gestarse en ellos, la necesidad de ayudar y no saber como, porque ni tú misma lo sabes, porque por más que avanzas en el camino, la recta no se ve, y el camino sigue siendo sinuoso, empinado y con cuestas, curvas que parecen que regresan al camino, hay deslaves y piedras que impiden el andar. Ya no sabes cuál camino tomar, y ellos tampoco, y ves con rabia, enojo hacia ti misma, el verlos llorar, sufrir, sentir su impotencia y desesperación, el preguntarse "¿por qué?", el no entender que es lo que pasó nuevamente, la frustración de verte así a pesar de los años que llevas con medicación, con ayuda psicológica, porque creen que el encierro en la clínica no te dejó aprendizaje, y en ellos retumban las ideas de que tal vez no has dado todo de ti, no has querido progresar, que te has pausado y no quieres avanzar, pero es que ellos tampoco entienden tu frustración, el dolor de saber que a pesar de los años no has logrado encontrar la fórmula que te mantenga en pie, sana y fuerte, que te haga regresar a esos años donde todos estaban orgullosos de ti, y que incluso tú misma lo estabas, que no ha llegado la línea recta de las emociones, que a pesar de tantos, y a decir verdad, tan pocos años, no se logra salir de esos caminos llenos de baches, donde una temporada te encuentras navegando en una balsa y que de pronto se comienza a hundir, y vas viendo la profundidad del mar, el misterio de su oscuridad y que de pronto, esa balsa comienza a emerger y se vuelve un proyectil lanzado al firmamento, y ves como todo mejora y ves las alturas y te sientes que por un momento ha llegado, que es el día en que todo se reconstruiría nuevamente y por fin tocarás el sol, pero tocar el sol tiene su precio, al llegar a él y darte cuenta que quema, tu cuerpo se impulsa al vacío, y cae, y cuan alta es la subida, tan brutal es la caída.
Así estamos hoy, luchado contra la depresión bipolar resistente, quizá en poco tiempo estaré en un sofá sedada por un líquido que me han prometido me hará mejorar, por tiempos, o quizá, tal vez algún día, estaré recostada en una mesa, sedada con electrodos en mi cerebro recibiendo descargas eléctricas.
Hoy, sólo estoy segura de algo: tengo miedo.
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