domingo, 27 de septiembre de 2009

Sonrisas de maldad...tan dulces para el alma.




Estaba sentado frente a él, su aliento putrefacto llenaba la habitación de olor a muerte, ¿o quizá era que sabía que moriría? Los dos nos veíamos y pareciera que habíamos salido de una pesadilla, cada uno miraba con recelo al otro, y yo me preguntaba ¿por qué me trajo aquí? ¿por qué no solo dispararme, apuñalarme y huir? El silencio calaba cada vez más pero no me atrevía a romperlo, ni si quiera a perturbar aquel monótono momento con la respiración acelerada.
Estaba al borde de terminar mi vida, de verse apagada la luz de la aferrada carrera sin sentido, mundana, banal y repugnante de mi ser, dentro de mi había un grito que no tenia cabida en ese lugar, esa escena que ganaría un Oscar de ser solo Cine y nada más, de no ser la vida real, pero sin embargo, aún en ese momento de euforia y de depresión yo quería seguir comprendiendo su bien estructurada mente, quería seguir comprendiendo que había pasado en su vida para que él llegara a ser tan sádico y sobre todo tan maravilloso, tan genio, tan inteligente, para haber obtenido ese maldito y bendito don de la creatividad mortal, y él lo sabia, sabia mi deseo exacerbado por querer entenderlo, y se bufaba de mi, de mi estúpida y vana egolatría, por que aún sabiendo que iría directo a un agujero sin luz, con tierra y piedras y que jamás podría revelar mi estudio, mi “experimento”, quería saber, obtener eso que durante 6 años
no había obtenido, haber leído su mente, haber entrado en ella y exprimido todo a su paso, para después fabricar con palabras vacías y bien acomodadas aquel fascinante descubrimiento y así ganarme el respeto y la admiración de muchos, de los “grandes”, que mejor ser un GRANDE pertenecer a esa bola de pendejos que sólo adulaban al maldito bastardo que donaba para los estudios, ser un lame botas más y sacar dinero siendo nadie después de algo y estar en los libros y nada más.
Él me miraba, cosa irónica, él comprendía mi mente, él sí hacia de mi añicos, él jugaba conmigo. Saca conjeturas acerca de mi con sólo verme, olor mi miedo, ese sudor agrio con tintes de gritos de piedad, con mi mandíbula temblorosa, por miedo e ira. Le excitaba ese momento, restregarme en la cara el poder de él sobre el que se supone era su dueño.



Cuando menos lo esperaba él me sujeto del brazo, se acerco y con su aguda voz dijo –Soy una alimaña rara de entender, posiblemente disfrazada de terror por la calles, pero siento, querido doctor, yo siento, siento su miedo, su ego, su deseo por averiguarme, siento que mi vida se evapora cada vez que SIENTO, doctor, usted ya puede responder esas preguntas que tanto lo atormentar, yo sé doctor que usted se interroga una y otra vez que hace aquí, por que no lo mate desde antes, ahora lo sabe y podrá irse a su tumba, a su podrido hoyo negro con la satisfacción de por lo menos haber podido averiguar algo de USTED Y DE MI, de haber comprendido que somos exactamente iguales, somos la misma carroña repugnante y maloliente que la sociedad aborrece. Sí mi estimado doctor, somos seres de ciencia y psicología, somos hermanos de la misma perra idea de SABER MÁS Y MÁS PARA ENRIQUECER NUESTROS VANOS DESEOS FURTIVOS DE EGOLATRÍA, si doctor, no somos nada distintos, yo soy un maldito asesino, destazo gente, como viseras y corazones y usted, mi doctor favorito, es un maldito asesino, destaza mentes, come memorias y sentimientos, ¿lo ve? somos la misma porquería-
Calló, y no lograba entender como sus palabras podían tener tanto sentido y significado, tanta veracidad. Para ese momento ya no me preocupaba estudiarlo, yo sólo deseaba que todo acabara ya, que esta cosa, humano o demonio acabara con mi tormento, él lo notó, y por primera vez note piedad en él, sacó de su chaqueta un cuchillo y seguía frente a mi, le gustaba que la gente viera su placer al matar, por fin mi garganta se atrevió y le grite- Maldito, mil veces maldito…- tajo mi garganta, ya no pude decir más, la sangre brotó y con ella  su sonrisa también.


Ana Karen CarrilloSafe Creative #1001085274804

1 comentario:

El grafógrafo [Salvador Elizondo]

"Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo."

El grafógrafo.

Salvador Elizondo.